Pasear por el Tíber

Columna de Margarita García-Galán

Porque todos los caminos lle­van a Roma, distintos ca­minos me llevaron a ella. La pri­mera vez, con amigos ve­leños, es la que más recuerdo. Con los ojos ávidos de belleza, recorrimos sus calles, sus plazas, sus fontanas... Todo era nuevo para mí, todo me emocionaba. La ‘ciudad eter­na’ me impresionó. Y, re­­­­­cordando a Joaquín Lo­ba­to, en una noche cálida, como la que el poeta inmortalizó en un verso, paseé por el Tíber. Años después, otro camino distinto me lleva de nuevo a recorrer su belleza inmortal. Esta vez sin amigos, en la soledad de mi habitación, paseo por Roma en brazos de una música hermosísima que envuelve un verso del poeta: Pasear por el Tíber -la cú­pula y la luna- en esta noche cálida / de este otoño recién llegado. La música de Daniel Martínez me llega en un vídeo precioso que vuela ya por la red. Del libro Portafolio de Roma, La cúpula y la luna es la segunda entrega de su obra Infártico, basada en los versos de Joaquín Lobato. Después de dejarnos impre­sionados con su primer vídeo, Sería te­rri­ble, este paseo por el Tíber nos ha vuelto a emocionar.

La música suena y el Palacio de Beniel abre sus puertas para que entren por ellas, en las alas de un verso, dos bailarines que llenan de arabescos rojos la quietud blanca del patio. Violines, piano, clarinete, guitarra, vio­la, batería..., acompañan las voces limpias que cantan el verso entre fotografías del poeta y la mirada quieta de la pensadora veleña María Zambrano. Ella amaba la música y hubiera querido ser concertista de piano, pero su padre se opuso y entonces se dedicó a la filosofía. La mú­sica excelsa de su pen­­­­samiento imprime carác­ter a ese patio abierto a la cultura que ella preside junto al sentir poético del que fuera su amigo, Joaquín Lobato.

Daniel Martínez, brillante compositor veleño, ha puesto música a La cúpula y la luna, un verso que se pasea por el Tíber, y por los montes de Málaga, y por el Cerro, y por el salón de una casa veleña donde un piano vivo llora una ausencia. Yo os prometo adelfas y jazmines / y una dama de noche / para el verano que viene... Las voces cantan, perfumando con aromas de verano el recuerdo de un viaje a Roma de Joaquín Lobato. Por el camino abierto de la música, él lo acompaña con su guitarra serena, dejando en el aire las notas bellas y su empatía por el poeta al que, verso a verso, va rindiendo homenaje. Una vez más, la música embellece el pen­samiento, y, porque todos los caminos llevan a Roma, pasear de su brazo me ha devuelto “al aire de esta Roma imaginada que me embriaga”.

Pasear por el Tíber siem­pre insomne... Evocando el paseo, la guitarra del joven compositor suena a lamento nostálgico en la soledad de una noche de luna en el Cerro, mientras la danza en blanco de los bailarines rompe la oscuridad que la envuelve. Buenos músicos, buenas voces, buenos bai­larines dejando lo mejor de su arte en paisajes que amamos y añoramos. No es un secreto que la música es una de mis debilidades, que me refugio en ella porque me eleva, me emociona y me empuja a vivir. No es un secreto que me gustan los versos y que em­patizo con el sentir sensible del poeta que me acerca a un tiempo que nos vio vivir en un paisaje, lleno de adelfas y jazmines, que guarda las musas que inspiraron esos poemas que  me aprendí y me acompañan ahora en este otoño revuelto de pandemia y hojas muertas que nos tiene el alma en un suspiro.

Daniel Martínez nos regala de nuevo un hermosísimo paréntesis de paz en este  camino incierto que no sabemos dónde nos llevará. El chico sensible que atar­decía con el mar estaría encantado con esta música maravillosa que mece sus versos. Oírla me ha emo­cionado y me ha llevado en volandas al silencio mágico de las aguas del Tíber.

La música me alienta y me conmueve, y me invita a soñar con nuevas prima­veras. 

Y con esa dama de noche prometida para el verano que viene.