Pregonar la vida

Columna de Margarita García-Galán

El mando de mi televisor echaba humo de tanto cambiar de cadena. Me sabía de memoria las noticias, las entrevistas, las opiniones repetidas hasta la saciedad. Y, entonces, pulsé el botón que me llevaba de la ruidosa algarada a la paz relajante, a la festiva imagen de un pueblo alegre preparado para vivir su fe­ria. Velevisa me llevaba en vo­­­landas a la Plaza de las Carmelitas, engalanada como siempre para la ocasión, y me sen­taba on line en una de esas sillas blancas llenas de gente animada que esperaba impaciente oír un pregón. Desde mi asiento imaginario, veía al alcalde, los concejales, la presentadora, la familia, los amigos..., todos pendientes de la pregonera de la Feria de San Miguel 2017.

Ella, Pilar Serrán Segovia, estaba sentada entre todos, con su semblante sencillo y aparentemente serena. No la conozco personalmente, no tengo el placer, pero sé que es modista de una firma que he oído nombrar muchas veces, especialmente en tiempos de feria: AV Modistas. Sé también que presta su ánimo y su buen hacer a una asociación que tiene un nombre hermoso y muy bien elegido: Esperanza. Una asociación que lleva por bandera el color rosa que viste la esperanza de todas las mujeres que sufren o han sufrido, como ella, el azote de una enfermedad.

De la mano de una magnífica presentadora, Mari Ángeles Salguero, acostumbrada a sentir, transmitir y retransmitir emociones, la pregonera empezó su pregón. Habló de su emoción y su orgullo por ese nombramiento que no esperaba. Habló de Vélez, de sus vivencias, de su familia, de sus amigos, de los recuerdos entrañables de su Periana natal, de sus momentos felices y de otros llenos de incertidumbre... Desde la distancia, yo la oía en silencio hablar de su vida entre costuras, pedaleando en el recuerdo de un triciclo infantil que le regaló su abuelo. Hablaba de su felicidad, de sus miedos, de sus afectos, mientras nos enseñaba el vistoso y original vestido de flamenca que llevaba puesto. Sus inseparables y creativas agujas volaron a su alrededor, tejiendo, primorosamente, un traje a su medida. En el pelo, la primavera abría para ella sus flores hermosas, perfumando la emoción contenida. Las mangas -“mis alas”-, amplias, vaporosas, se abrían al aire como alas de mariposa que quiere volar hacia un sueño feliz. Sin perder la sonrisa, Pilar iba enseñando los detalles que, de alguna manera, configuran su alma. Abrazando su falda, el perfil del manto de una Virgen en la que confía. Las olas blancas de un mar que ama, prendidas en volantes que bailan al compás de una ilusión. Quizá, co­mo Neruda, ella necesita el mar “porque le enseña”. Quizá, del mar aprendió a mezclar tan sabiamente los azules; a rizar airosos volantes de espuma que van y vienen como las olas. Qui­zá del mar en calma aprendió la serenidad que transmiten sus ojos. Quizá tenga, como el mar, un corazón celeste, y un alma de coral que se deja llevar sin mie­do por el vaivén de las mareas.

Oyendo su pregón recordé otra vez al poeta chileno: “Que­da prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños”. 

Ella sonríe a los problemas, lucha por lo que quiere, no deja nada por miedo, y trabaja con ilusión para hacer realidad su sueño. El suyo, y el de tantas mujeres que tienen el mismo sueño: un sueño pintado de ro­sa. Un sueño color esperanza. Pi­lar Serrán, acostumbrada a vestir la feria, nos ha vestido el ánimo dando puntadas al alma con sus mágicas ‘agujas voladoras’. Bordando lunares de ferias vividas; tejiendo encajes de alegre niñez; rizando volantes de afectos perdidos; trenzando la­zos de colores que la atan para siempre a los que ama y a su tierra. Con retales de ayer y de hoy, ha cosido primorosamen­te, con hilos de sentimiento, un canto a la feria. Con su animosa presencia, con su sonrisa de seda, he visto a una modista entre agujas y alfileres echar un pulso a la adversidad.  He senti­do su fuerza, su coraje, su esperanza, y el latido acompasado de su corazón rosa.

He visto a una mujer valiente pregonar la vida.