Amigos de Facebook

Columna de Salvador Gutiérrez

Queridos desconocidos, conocidos y amigos de Facebook (extiéndase esto también a mis queridas desconocidas, conocidas y amigas): 

Me gusta saber de vosotros cada cuarto de hora al día. Es entretenido. Sobre todo, porque a muchos de vosotros os admiro en vuestros respectivos quehaceres, ocupaciones y trabajos. Es bueno saber qué es lo último que os traéis entre manos en el sentido laboral o artístico. También -¿por qué no?- es bueno saber de vosotros cuando os tomáis un día de asueto y ocio o cuando os vais de vacaciones con la familia, con la suegra y con el perro. Es bonito estar al tanto de lo que hacen diariamente cada una de las personas que componen esta gran familia de Facebook.

Dicho esto, os rogaría que os abstuvierais de mostrarme el plato de habichuelas que os vais a zampar en el almuerzo, o los botellines vacíos de cervezas que os habéis pimplado en la cena. Creo que nuestra amistad virtual no va a aumentar excesivamente por conocer qué marca de cerveza bebes ni en qué proporción lo haces (imagínate, amigo, en qué compromiso me pondrías si yo fuera sargento de la Guardia Civil de Tráfico…). 

No creo tampoco que nuestra amistad vaya a dar un salto cualitativo importante si todas las mañanas me cuentas tus propósitos para el día o si me pones una foto de la calle por la que caminas para ir al trabajo o el selfie de cómo tus compañeros de la oficina me saludan sonrientes cuando llegas al curro. Ni tampoco creo que me tengas que contar minuto a minuto el viaje por tierras extremeñas que estás haciendo estos días. Ver un buen monumento de Trujillo está bien, pero creo que es excesivo que me enseñes la cama de la habitación donde vas a dormir o el limpísimo cuarto de baño -con bidé incluido- de la susodicha. Por supuesto, cuéntame que te vas a la India a un ashram a meditar y a aprender yoga, pero por favor, no hace falta que nos enseñes, cada dos minutos, las distintas posturas yóguicas con las que te estás des­co­yun­tando.
Dime lo que sientes, pero que de verdad sientas lo que digas; no vendas sentimientos a granel ni del Todo a Cien. Comunica, pero no abuses de la comunicación; cuando la comunicación es excesiva se desvirtúa y llega, incluso, a convertirse en incomunicación.

Publicítate, pero no seas demasiado público. Que los demás conozcamos quién eres y lo que eres, pero dejando un pequeño hoyillo para la verdadera privacidad.

Queremos saber de ti, pero no hace falta que sepamos qué tipo de desodorante utilizas. 

Desnúdate si quieres, pero no nos enseñes lo más íntimo.

En un mundo dominado por los Tele 5  de turno, en el que todo se airea groseramente, debiera haber un punto y un lugar cuasisagrado de intimidad donde nada ni nadie pudiera entrar.

Lo estamos dando todo, sin pedir nada a cambio, a la gran pedigüeña de la red.

En todo caso, amigo, que te sienten bien las habichuelas del almuerzo; que te lo pases muy bien esos tres días en Roquetas de Mar, en el Playa Linda. Y que tengas suerte de que entre tus ochocientos amigos de la red no haya ningún ladrón y quiera entrar en tu piso aprovechando tu ausencia…