Gente importante
Dudo que la gente importante sea importante sólo por ser importante.
Con este rocambolesco juego de palabras, quiero comenzar a reflexionar sobre el reconocimiento y el prestigio profesional de algunas personas. En gran medida se es importante porque se sabe ser importante, porque se tienen -y se ponen en práctica- muchas habilidades para la autopromoción, para la venta personal, para estar en el candelero y en el escaparate. Muchas personas, una vez adquiridos los conocimientos mínimos para desempeñar cualquier profesión u oficio, emplean el resto de su talento en las relaciones públicas y en los contactos sociales; adquieren una extraña pericia “para hacer pasillos”, para deambular con soltura por despachos de gente poderosa e influyente y desarrollan un agudo instinto para estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. De modo que para saber si alguien es realmente importante por méritos propios habrá que ir quitándole, como si de una cebolla se tratase, las distintas capas que conforman contactos, relaciones, enchufes, capacidad para venderse y habilidades ‘trepadoras’ varias. El resultado de ese estriptis será el esqueleto de la verdadera valía.
Hay gente que siempre cae de pie, sin duda; gente que sin haber demostrado nada material y concreto en su quehacer profesional, sin haber obtenido resultados objetivos, consigue lo que se propone y llega a metas verdaderamente elevadas. Y todo porque esas personas parece que están protegidas por una especie de halo misterioso y amparadas por el dios del prestigio profesional. Hay gente que viene siempre precedida de fama y de reputación y que nada o muy poco tiene que aportar cuando está con las manos en la masa o en plena faena.
Gente importante sobrevalorada las ha habido y las hay en todos los ámbitos. De este tipo de gente está lleno el mundo académico y universitario, repleto de trepas y usureros de prestigio, títulos y currículos. Tampoco faltan esos individuos en la política y mucho menos en el subjetivo mundo de la cultura y de las artes, donde hay verdaderos expertos en el marketing de la promoción personal.
Vélez-Málaga tampoco se ha librado nunca de esos profesionales de mucho ruido y pocas nueces; gente venida de fuera la mayor parte de las veces y portadora de un aura de prestigio inusitado. Gente con fama de profesionalidad, experiencia y sabiduría. Gente que se dice de primera división pero que, paradójicamente, tiene que acabar jugando en tercera regional. Esa gente que, por mucho que diga, jamás ha jugado en la división de honor, al final tiene que conformarse con desparramar su enorme talento en nuestro pequeño terruño. Gente que lo primero que hace cuando llega por estos lares es seguir haciendo pasillos, contactos y relaciones públicas en vez de trabajar, producir y crear. Y eso sí, a base de artimañas y mucho encanto personal acaban convirtiéndose en los amos y las amas del cotarro.
En fin, Vélez-Málaga está llena de gente importante que en otros lugares no lo son tanto. Gente que no podrá decir aquello que un día espetó Woody Allen: “He sido lo bastante feo y lo bastante bajo como para triunfar por mí mismo”.