Gobernantes cansados
La pandemia nos está dejando tocados y agotados. Tocados, porque los problemas psicológicos se han desatado en los últimos meses en gran parte de la población y las consultas de los psicólogos están, en estos momentos, casi tan llenas como el camarote de los hermanos Marx. Agotados, porque los meses de tensión que llevamos huyendo del bicho malo nos están dejando sin energía.
Los que parece que tienen cuerda para rato son nuestros políticos, que no descasan jamás. Si los españoles, según las estadísticas, descasan mal y duermen menos horas que el resto de los europeos, qué será, entonces, de nuestros políticos? Profesionales del mucho hacer y del poco dormir; profesionales del no perderse ni una; profesionales de no tener en su vocabulario las palabras descanso y relax.
En plena campaña electoral en Madrid, ese trabajo a destajo y sin horarios de los políticos se pone de manifiesto: la expresión jornada maratoniana se inventó para ellos. Ayuso se levantó el otro día a las cinco de la mañana para visitar un mercado de mayoristas. ¿Cuándo duermen los políticos? ¿Tan necesario es que tengan su agenda todo el día tan abarrotada? ¿De verdad que con esa acelerada vida se gobierna mejor?
De un político y de un gobernante se espera que tomen buenas, sensatas, justas y proporcionadas decisiones. ¿Puede un político con sueño, cansado y estresado hacer bien su trabajo? ¿Puede un gobernante decidir un tema de vital importancia, a primera hora de la mañana, si la noche anterior ha tenido que alternar hasta las cuatro de la madrugada con un grupo de empresarios tomándose unas copitas? ¿Se pueden tomar decisiones de gobierno meditadas, pausadas, sosegadas si al gobernante de turno lo llevan en volandas de un lado para otro, de una reunión a otra, de una rueda de prensa a una conferencia, de un programa de radio a otro de televisión, de un desayuno informativo a una comida electoral y de ésta a una cena de trabajo?
¿Podemos confiar en los políticos hiperactivos que no se sientan ni en la taza del váter? ¿Podemos confiar en aquellos que no duermen, como mínimo, ocho horas, que no tienen un tiempo al día para la conciliación familiar, para leer reposadamente, para pensar, para reflexionar, para observar desde el silencio?
A principios de los ochenta hubo un conocido documental, Esos enfermos que nos gobiernan, que analizaba la relación de las decisiones de los gobernantes con las enfermedades que padecían. No sé si nuestros políticos actuales tendrán muchas enfermedades ocultas, de lo que estoy seguro es que la falta de sueño, las agendas apretadísimas y la falta de verdadero sosiego les llevarán a tomar más de una decisión equivocada.
Por fortuna, aún quedan políticos humanos, que necesitan descansar, dormir bien y tomarse las cosas con calma para gobernar con cierta equidad. Son los menos, claro, como el ministro de sanidad de Austria, que ha dimitido por el agotamiento producido con la gestión de la pandemia.
En un país donde ni al mayor corrupto se le ocurre dimitir, suena raro que alguien lo haga por haberse agotado haciendo bien su trabajo.