Moción y emoción
Columna de Salvador Gutiérrez
¿Quién había dicho que el bipartidismo en España estaba finiquitado? La moción de censura, por parte de Pedro Sánchez, a Rajoy, ha vuelto a poner a los dos partidos que ambos representan en la casilla de salida del gran tablero de juego que la partitocracia lleva consigo. Por mucho que los representantes de Podemos mostrasen una exagerada y artificial euforia con el éxito de la moción, está claro que el PSOE, tocando poder, comienza a salir del negro pozo en el que se estaba ahogando desde hace algunos años. Y eso, necesariamente, va en detrimento de los de Iglesias. Nadie se creyó la posibilidad de que los de Podemos se incorporaran al Gobierno de Sánchez; ni nadie se cree que, en un futuro -como esperanzadamente pidió Pablo Iglesias- ambos partidos se unan en un frente común de izquierdas (¿un Frente Popular?) para encarar conjuntamente unas elecciones. El PSOE viene a lo que viene: a salvarse; a tener poder, y, por tanto, influencia; y, por tanto, capacidad de controlar; y, por tanto, votos.
El Partido Popular, por su parte, recibe la moción como verdadera agua de mayo -o, al menos, debería recibirla así-, y se retira a sus cuarteles de invierno para lamerse las heridas en soledad y alejado del ruido de los flases, con la esperanza de que la desmemoria haga el resto. Además, la primera moción exitosa de la democracia, convirtiendo en presidente a alguien no elegido en las urnas, puede convertir al PP en un mártir y hacer que muchos de sus votantes fugados a las filas de Ciudadanos vuelvan, algún día, al redil. Por otro lado, la presencia en el Gobierno de Sánchez, le asegura al PP que no va a haber elecciones inminentes, cosa que supondría la debacle para el partido.
En todo caso, la moción viene a darles unos minutos de respiro a dos partidos que para la mayoría de españoles estaban, ya, criando malvas.
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Mi abuela, a la antigua, decía que los políticos tenían tripas sin estrenar. Y no se equivocaba. Con ellos, los fabricantes de Almax no hacen negocio; se tragan lo que sea sin el más mínimo ardor ni acidez de estómago.
El día de la moción veo en sus escaños a Antonio Hernando y a César Luena, antiguos colaboradores de Pedro Sánchez y, posteriormente, auténticos traidores a la causa. La habitual sonrisa forzada de cualquier político cobra más patetismo en las pálidas caras de esos diputados que abandonaron el barco antes de tiempo.
Aplauden, mantienen conversaciones, incluso abrazan tímidamente a Sánchez. Pero, ¿qué sienten por dentro, qué emociones les corren por el alma, qué sentimientos de pudor y de vergüenza guardan en sus entrañas? La jugada les salió mal y ahora tienen que comulgar con ruedas de molino. Por honor y por coherencia, quizá debieran coger carretera y manta y salir del edificio de la Carrera de San Jerónimo echando chispas. Pero no lo hacen. Se mantienen y siguen sonriendo y abrazando al que un día traicionaron. Y no lo hacen, no porque el sentido del servicio público sea tan fuerte como para mantenerse en sus puestos cueste lo que cueste, sino porque el sentido del honor y de la dignidad personal está bajo cero en algunos políticos.
En fin, seguro que Antonio Campos, alcalde de Macharaviaya y activo y correoso sanchista está teniendo estos días más amigos que nunca...