Pisito en Marte

Columna de Salvador Gutiérrez

Busco piso en Marte. Aprovecho este espacio para intentar encontrar una ganga en el planeta rojo, a ser posible con plaza de aparcamiento y en sitio céntrico. Quiero adelan­tarme al boom inmobiliario que se pronostica para dentro de unas décadas. Ya lo ha sentenciado Stephen Hawking: “Estoy convencido de que los humanos necesitan abandonar la Tierra. Porque, de no ser así, en tan solo unas décadas podríamos extinguirnos”.

Hace unos días, los medios se han hecho eco del proyecto Mars Science City. La cosa consiste, resumidamente, en lo siguiente: un equipo de astronautas vivirá, durante un año, en una serie de cúpulas, ubicadas en Dubái, que simularán las condiciones climatológicas del planeta Marte.

No hay duda, nos estamos preparando para dar el salto al espacio sideral.

Aquí ya está todo el pescao vendío. Al menos, eso es lo que piensan los que manejan el cotarro en el mundo. Los que más tienen los pies en la tierra quieren dejar de tener los pies sobre ella. Y nos visten su decisión unilateral con los ropajes de la ciencia y del progreso. Y es que puede que para algunos la posibilidad de dar un salto estratosférico y de llegar y de asentar nuestras posaderas en lejanos planetas sea síntoma de avance. Pero, en todo caso, es el avance más grosero que haya podido conocer la humanidad en toda su historia. La idea del progreso ilustrado, como avance lineal y constante hasta llegar a un tiempo y a un espacio de armonía y felicidad, se ha estrellado contra esta forma merdellona de entender el desarrollo humano. Viviremos en Marte y en la Luna, pero no por méritos propios, sino como vulgar salida de emergencia, como tosca escalera de incendios ante nuestra incapacidad de mantener con vida lo que ahora está agonizante y moribundo: el planeta Tierra. 

Avanzamos porque hemos retrocedido mi­les de años luz. Ascendemos porque hemos descendido kilómetros en nuestra categoría moral, porque inmoral es atentar contra la vida de un planeta que se desangra en blancura de hielo por sus polos, que se seca, que se desertiza y que se calentará más de tres grados en los próximos años. 

El concepto tradicional de progreso ha llegado a un callejón sin salida. Por primera vez en la historia de la humanidad, el progreso nos sabe agridulce. Es cierto que las terribles tragedias que acompañaron al siglo XX supusieron un cambio en la concepción lineal y optimista del progreso: éste estaba expuesto a pérdidas y a potenciales retrocesos. Pero en estos momentos, vivimos un punto de auténtica inflexión: el progreso ya no es la herramienta para llegar a la felicidad, sino que es, paradójicamente, el instrumento de nuestra salvación, nuestra única escapatoria.Viviremos en Marte, pero seremos fugitivos de un macabro asesinato hecho con alevosía y premeditación en los últimos siglos. Viviremos en Marte, por mero instinto de supervivencia, pero no por fe en el futuro. Sobreviviremos pero con un profundo sentimiento de culpa. Con la tristeza de haber dejado un joven y bonito cadáver en nuestro camino. 

Busco piso en Marte, a ser posible sin vistas a este mundo.