Colau Deluxe

Columna de Segismundo Palma

No veo la tele. Hace tiempo que la castigué, por puta. Mi vetusto televisor murió y fue la excusa perfecta para olvidar este artefacto tan embriagador como nocivo. Mi mujer puede dar fe de esta radical decisión. Hace poco secuestró del dormitorio de nuestra hija el último vestigio tecnológico televisivo existente en nuestro hogar: un aparato vintage analógico que sólo sintoniza cuatro canales. “Al me­nos, para ver las uvas”, se defendió. Pero al enterarme de la estudiada apertura de closet por parte de Ada Colau en uno de los espacios televisivos más infectos de la parrilla española, no he podido resistirme y, armándome de valor, he decidido sumergirme en la más abyecta profundidad catódica. He revivido la intervención de Colau en Sálvame Deluxe tirando de YouTube. Algún estratega a la americana ha decidido rapiñar votos entre la audiencia estúpida del programa de Jorge Javier Vázquez (aka Cerdito Vomitón): “Los estúpidos también votan, por supuesto”, dice el audaz asesor a la alcaldesa de Barcelona defendiendo su idea. Colau desgranó sus amoríos vespertinos en Italia fruto de su beca Orgasmus. El Twitter frívolo y superficial (cada vez más) levitaba extático ante tanta abrupta sinceridad, revolucionaria confesión. ¿Por qué nos debe importar la vida íntima de un político? A mí, personalmente, me la suda. Si es hetero, gay, lesbiana, si deglute boñigas de gato o se unge mermelada de cebollino en el clítoris para amamantar a su caniche favorito, como aquella leyenda urbana de la fan de Ricky Marketing,  fake social arrollador que viralizó cuando no existían las redes sociales, asentándose en nuestra mente colectiva. Y es que la tele fue, es y será mucha tele. Aunque la hayan matado cien veces. Un objetivo del LGTB es (y debe ser) la normalización de las sociedad respecto a las orientaciones sexuales de los miembros de dicho colectivo. Pues bien, para mí, las confesiones de Colau en el Sálvame Deluxe, la telebasura con mayúsculas y en letras de neón, consiguen todo lo contrario. “¿Tuviste una novia? Oh. ¿Y qué?”  Esa debería ser la respuesta. Ahí todo sería normal. Y no hacerte la guay por un puñado de estúpidos votos. Y votos de estúpidos, que también. Porque si alguien vota a un candidato político decidido por la orientación sexual de éste, está en su derecho, pero yo también estoy en el mío de llamarlo estúpido. Personalmente les digo a Colau y a Cerdito Vomitón: “gracias por renovar mi decisión de mantener el castigo a la televisión”.  Por puta, claro. Aunque el estratega a la americana haya vencido. Ahora, Colau sintonizará, como mi tele vintage, estúpidos a cuatro canales. ¡PUM!