Goebbels tenía razón
Columna de Segismundo Palma
El ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich lo tenía claro: “una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad” Y el Govern aplica la máxima disciplinadamente. La perfomance de Puigdemont en su comparecencia a los medios el 21 de septiembre fue un manual actualizado de propaganda negra. Su objetivo: contar su historia a los medios internacionales. Como se dice ahora: construir el relato. Mentira tras mentira, narró su causa como víctima asaltada por un Estado español victimario, villano. Es fácil de comprar. Es atractivo. Funciona. Como todo nacionalismo se construye desde la emoción absoluta, anulando la razón. Y el perfil de víctima, fundamental, como el tic de género de una peli de terror de serie b, melodramático y peripatético, donde la emoción ya se desborda como un río crecido de merengue y borrachuelo; la bizcochada actuación de un lloroso y llorica Junqueras en la radio del régimen días después fue un episodio más del reality show. Ni el Govern fue agredido por la policía, porque ejecutaron una orden judicial. Ni el propósito era “suspender la actividad del gobierno”, y sí suspender la organización de un referéndum secesionista ilegalizado por el Tribunal Constitucional. Si te parabas a pensar un nanosegundo, estabas perdido, porque la propia rueda de prensa era un ejemplo palpable de que el Govern no estaba suspendido. Estaba en plena actividad. Siguiendo su plan. A toda máquina. Pero el foco aturde. La pantalla obnubila. Adocena. Y con ese efecto embriagador cuentan los arquitectos comunicacionales del golpe de estado independentista. Y Goebbels también lo sabía. El narcotizante aroma de los mass media. El vehículo es el mensaje. Mentira. Mentira. Mentira. Ya es realidad. ¡PUM!