Liándola parda
Columna de Segismundo Palma
Y sí, ahora entendemos el título del programa de Cristina Pardo, esa periodista chachi-guay con expresión de que le han contado un chiste verde que no le hace gracia, pero quiere quedar bien contigo. La Secta, la cadena para la que trabaja, le ordenó un reportaje de calado y al tupé informal de la Pardo se le fue la laca. Como si de una tribu de pederastas o narcos infiltrados en una apacible comunidad, mandó a sus reporteros a Marinaleda, feudo (por sufragio universal) de Sánchez Gordillo, su alcalde desde 1979. Pero algo se ha torcido en el paraíso comunista del alcalde marxista, con esa pinta de hacer gárgaras con cerveza caliente al amanecer mientras orina fuera de una escupidera, unos inaceptables 44 vecinos votaron a VOX en las elecciones andaluzas. 44 desalmados, racistas, machistas, fascistas, unos fachas de mierda, vamos, seguro que beben sangre de bebés nonatos celebrando rituales ignominiosos por la noche en la clandestinidad de cualquier refugio cavernoso, ocultos de sus tolerantes vecinos. Un misterio. Un enigma. Todo un reto para la Pardo y La Secta. ¿Quiénes serán esos 44 inconscientes, tal vez, abducidos, malas personas, seguro, que han osado desequilibrar el idílico statu quo agreste en Marinaleda? ¡Vamos a localizarlos! ¡Vamos a señalarlos! ¡A identificarlos! Que sus vecinos sepan quiénes son. ¿Quién ha votado a los asquerosos fascistas de VOX? El totalitarismo siempre ha aniquilado a la disidencia con la muerte social, primero, para, en un segundo estadio, proseguir con la deportación y, finalmente, el genocidio. ¿Y qué es señalar a unos vecinos, identificándolos frente al resto, por ejercer su derecho a voto sino la muerte social? “Aquí podría vivir un votante de VOX”. Cristales rotos en tu comercio. Una estrella de David dibujada en la fachada de tu casa. Pensar o decir algo que no está permitido, ese ha sido su crimen y deben pagar por ello. Y la informal y dicharachera Pardo nos ha mostrado uno de los tics característicos de la dictadura informativa de lo políticamente correcto, causa principal del propio auge del populismo: el desprecio de los medios de comunicación, formadores de opinión pública, por los sectores de población que no comulgan con su catequesis política de “lo correcto”, “lo bueno”. En nombre de lo que ellos creen que es “la Justicia” son capaces de cometer las atrocidades más salvajes, y si votar a VOX lo consideran una injusticia, allá que van ellos a estigmatizar a quien haya cometido el pecado, como la Santa Inquisición: su deber es anular socialmente al proscrito. Al día siguiente, sale la Pardo en Twitter, con una foto sonriente, cercana, y pide perdón. No, bonita, perdón, no: has cometido un delito. De la Ley Orgánica del Régimen Electoral General: “Serán castigados con la pena de prisión (...) quienes con violencia o intimidación presionen sobre los electores para que no usen su derecho, lo ejerciten contra su voluntad o descubran el secreto de su voto”. No, Cristina, no vale con un tuit y una sonrisilla de las tuyas, como si, traviesamente, te hubieras tirado un inevitable pedo en una cena remember con tus coleguis. Las líneas editoriales se guían por intereses comerciales, en todas las aceras ideológicas, pero La Secta ha tocado fondo. Señalar a votantes de una opción política, por asquerosa que les parezca, aparte de un delito, es totalitarismo en estado puro. ¿Y se preguntan por qué 400.000 andaluces han votado a VOX? ¡PUM!