Mierda de la mala
Columna de Segismundo Palma
Me gusta el rap, lo descubrí siendo un enano con Run DMC y Beastie Boys, “You’verighttoparty”. Por eso me he molestado en oír la propuesta musical de Valtonyc y Pablo Hasel. Un melómano como yo no podía dejar pasar la ocasión de escribir sobre ellos y no documentarme si quiera acerca de la mierda que hacen. En el rap siempre ha habido dos tipos de mierda: la buena y la mala. Y la suya, es muy mala. Musical y líricamente hablando. Su aporte a la escena Hip Hop hubiera sido nulo si no salen en los papeles, y no me refiero sólo a los informativos. Porque un sumario judicial tiene toneladas de ellos. Un anarquista reaccionario como yo, por muy reaccionario que sea, tiende a asegurar la libertad individual ante todo. Por eso me pongo nervioso con la libertad de expresión. Aunque lo que se exprese sea un panfleto sectario, rencoroso y victimista, disfrazado de revolucionario, plagado de maniqueísmo, petado de filosofía barata y odio, mucho odio. Mierda de la mala, en definitiva. Me pongo nervioso porque la libertad individual es, y cada día más, en mi propia interpretación del mundo, un último reducto irrenunciable. Por eso, y cada día más, detesto el comunismo y cualquier ideología sectaria que se le acerque, por muy amable mimetismo que traiga incorporado de serie. Por eso me pongo nervioso cuando mi democracia se ensucia en ese lodazal. Me repugna la mayoría de los versos expuestos en el sumario como prueba judicial en las causas de Daltonyc y Pablo Hasel. Las referidas a la víctimas, más que nada. Porque una víctima vilipendiada, sigue siendo humillada una vez asesinada. Y su familia, torturada en el recuerdo por esta basura atroz. Y me violenta, con violencia activa, los versos en los que estos artistas se ponen malotes y quieren coger pistolas y poner bombas, literariamente hablando, claro, porque no tienen cojones de hacerlo de verdad, por muy fanatizados que estén. Yo propondría un juego, a todos aquellos que se fustigan y se queman a lo bonzo por la condena de estos dos. Propongo que cojan los versos probatorios en la condena y cambien los sujetos pasivos del odio por diferentes personajes, sólo con cambiar un sujeto en un verso, cambia el mundo. Que donde pone “reyes” o “príncipe”, pongan, no sé, Alberto Garzón o Pablo Iglesias. Que se descojonen de los muertos republicanos aún enterrados en cunetas de nuestro país. Que humillen aún más a sus familiares, aquellos que luchan por encontrarlos y desenterrarlos. ¿Qué les parecerían estos versos? ¿Libertad de expresión? Si yo escribiera esto siguiendo el juego que planteo (cosa que he pensado y desestimado por lo que pueda pasar), se acabó la libertad de expresión por la que inundan las redes sociales de memes hagiográficos de dos raperos mediocres que nunca debieron rapear más allá de su barrio. No por nada. Solo porque son muy malos. Todos estos defensores de la libertad de expresión y de engendros políticos como el régimen castrista o la república bolivariana a partes iguales, son los mismos que intentarían meterme en el talego a mí por un artículo como éste. La doble moral de esta izquierda rancia y sectaria asciende a cotas míticas en este posmodernismo ilustrado. Tanto como la doble moral de esta derecha clasicona neoliberal que defiende el honor de la corona mientras que deshonra nuestra soberanía poniéndole un piso con vistas al yernísimo Urdanga en Zürich. Eso sí que es vilipendiar una corona real y no los versos de dos pintamonas. Si algo habría que condenar a estos dos sería al mal gusto, a un maniqueísmo militante retrógrado y salvaje, un sectarismo de abducción mental hasta nivel de zombie político. Y cuando no me he atrevido a simular el juego de cambiar al príncipe por Pablo Iglesias en la misma construcción sintáctica de Valtonyc o Pablo Hasel, ha sido por autocensura. Que es lo mismo que la censura.