Carmelitas 5
Columna de Antonio Jiménez
Vaya por delante que desde tiempo solo me une a Bernardo Pozuelo el afecto personal y un respeto por su trayectoria profesional como arquitecto. Diferente es la crítica de un proyecto a valorar. Como en el caso de su radical idea de transformación de la plaza de las Carmelitas.
A la mañana siguiente de la hecatombe barcelonista en Liverpool, se podía leer en el Sport catalán la siguiente reflexión de su director: “Valverde ha sido un entrenador que ha demostrado capacidad para ganar en los torneos domésticos con solvencia, pero con una mentalidad que no vale para un torneo tan grande como la Champions”. Pues bien, aquí creo que radica la clave de que el Sr. Pozuelo no sea el más idóneo para tal plaza; por una cuestión de mentalidad. Habría que haber seleccionado proyectos. Sus obras no atienden identidades; lo suyo es irremediablemente turístico, tirando al pintoresquismo pequeñoburgués (vean el Conjunto del Carmen). El centro de Vélez es otra cosa: Las Carmelitas sabe a interior (con sus magnolios y sus asientos para sombra y solaz de vecinos y visitantes) en tanto que capital comarcal. La zona turística está en la albertiana Torre del Mar, la urbe histórica en el machadiano centro veleño. Son sensibilidades distintas, a complementar.
Es más, la peatonalización de la plaza no solo es innecesaria, sino dañina para un tráfago animado de personas y coches. El despoblamiento actual del centro histórico es su debilidad y su amenaza. Un problema que habría que manejar con imaginación.
Una desértica sartén, la que propone, sin un árbol que nos cobije, entre farolas sin alma, ni asientos para el pueblo llano.
En fin, las Carmelitas, ¡ojo!, nunca ha sido una plaza ni estructural ni institucional, la hemos hecho los veleños a base de años. ¡Que no nos la quiten!