De la ‘santa’ estampida
La semanasantera ‘Madrugá’ de Sevilla estaba prácticamente tomada por la policía, cuyas severas caras y gestos desabridos parecieran insinuar algo inquietante. ¿Medidas de seguridad justificadas por la psicosis terrorista que sufrimos los europeos? Sí, naturalmente, pero aparatosas para los propios y extraños que la abarrotábamos. Circunstancia ante la que sentí una cierta melancolía por el daño (turístico, etc.) que pudiera significar para una de las muestras de la cultura (religiosa) más formidables del mundo.
En éstas, yo estaba dormitando en el saliente de un viejo edificio frente a la iglesia de ‘El Salvador’. Su reloj marcaba las 3 de la madrugada al paso de ‘El Silencio’. Instante en el que me vi alarmado por la estampida de la gente que, entre bolsos y mochilas desparramados por los suelos, corría despavorida. No me pilló en mal sitio. Preguntando, supe que la ‘espantá’ se había producido ¡simultáneamente en 8 puntos del recorrido!
¿Yo?, más sano que una pera. Sólo una heridilla en la mano y un leve golpe en la rodilla con una valla. Pero pasada media hora, la rótula ya era un huevo de los gordos. La Cruz Roja de la plaza del Duque me envió en ambulancia al hospital Virgen del Rocío para hacerme una radiografía. Nada grave. (8 de la mañana).
(2 de la tarde). Bajo un brillante sol de justicia, unos de los mayores espectáculos del arte que puedan verse: la entrada de ‘La Trianera’ en su capilla al compás de la música y el alarde de sus costaleros. Fin de fiesta: cañitas y amena charla con amigos trianeros, Vicente, Eduardo...
Aunque tecnológico y de niñatos, ¡esto también es terrorismo!