El marrón de Hierro
Columna de Antonio Jiménez
Los astros confluían de tal manera que, 48 horas antes del Mundial de Rusia, parecía que los aires sudafricanos de 2010 volvían a refrescar a la Selección... y los ánimos de esta España confundida por la ‘sanchista’ política de apaciguamiento (¿otra vez Chamberlain?) con el separatismo racista catalán.
Ciertamente, de la mano del seleccionador Lopetegui habíamos llegado a Rusia invictos y favoritos. Y con nuevo presidente en la RFEF (aunque de apellido nada fiable), después de los nefastos 30 años de Villar. Pero, ¡a solo dos días de que el balón echase a rodar!, estallaba una bomba insólita en las historia de los Mundiales de Futbol: el tal Rubiales, poseído por una mezcla explosiva de prepotencia suicida y complejo de novato, contra el sentir de los propios jugadores destituía a Lopetegui de un artero plumazo. Todo, porque el Real Madrid había hecho público que, ¡después del Mundial!, pagaría su ‘cláusula de 2 millones’... puesta, para más inri, por el propio Rubiales.
En la patria de Tolstoi, Lenin y Putin, en pleno revolutum mediático, solo estaba Hierro para hacerse cargo de la Selección y, de paso, salvar el pellejo del presidente. ¡Menudo marrón para el veleño! A todas luces, estaba claro que ni el bueno de Fernando, curtido en mil batallas balompédicas, podría darle la vuelta a una tortilla española (afición y vestuario) achicharrada por un hortera metido a cocinero de urgencia.
Mientras, yo me agarraba al clavo ardiendo de Hierro (testigo: mi quiosquero): “Estaría gracioso que el veleño se volviera desde Rusia con amor, y campeón del Mundo”. Pero no pudo ser.
Aristotélicamente, ¡¡no podía ser!!