Mundo de fantasmas
Estamos en un escenario imprevisible. Amén de aquella primera Vuelta a la Tierra de El Elcano, quién me iba a decir a mí que también yo iba a vivir la primera pandemia global de la historia.
Se escucharon ruidos en diciembre con un coronavirus de salón en China, y en dos meses ya estamos con el mismo a escala planetaria. Ni un partido de fútbol con el que los humanos nos podamos recrear, ni tan siquiera un mediocre deporte con el que distraernos. ¡Todos en casa!; en el supuesto caso de que todos la tengan.
¡Cómo me iba yo a esperar que el mundo se iba a comportar de esta manera con los seres humanos! ¡Vaya usted a saber si de sopetón, en un par de meses, al mundo lo iban a poner contra las cuerdas! Desolación. Ni un alma en sus calles: ni en el ‘culo del mundo’, ni en los EEUU de América. En ningún continente...
La verdad es que yo abrí los ojos en la España de la posguerra civil, cuando Europa ya estaba enzarzada en la segunda Guerra Mundial. Ciertamente no tendría por qué escandalizarme. Pero esta primera pandemia global, ciertamente, no me la esperaba. Sí poquito a poquito, gradualmente, de siglos en siglos, pero no de esta forma tan brutal. Y encima aplaudiendo desde los balcones (globalmente) a la policía que nos retiene en casa...
Lo de la mujer de don Pedro Sánchez, la Irene de Iglesias, el segundo de Vox, la presidenta de la Comunidad de Madrid Díaz-Ayuso, o el mismísimo Quim Torra, vienen a confirmar que entre hombres y mujeres, todos somos iguales.
En mi caso particular, con solo cuatro salidas al veleño supermercado me bastan y me sobran para ir tirando con esto del Coronavirus. ¡Menos da una piedra!
¿Hasta cuando va a durar esto?