Opiniones

Plaza de las Carmelitas 2

Columna de Antonio Jiménez

¡Pues claro que se puede remodelar una plaza o cambiarla por completo, en Málaga o en la Conchinchina! Pero este no es el caso en Vélez-Málaga, donde solo existe un espacio urbano que invite y atraiga al encuentro vecinal abierto: la plaza de las Carmelitas, precisamente. 

Más allá de los bares (algo la plaza del Pilar), no hay en Vélez equipamiento urbano que cumpla tan trascendente función cívica. Ni la de Capuchinos, ni la Reyes Católicos. Y menos, la tristemente remodelada plaza del Carmen, todo un ejemplo de lo que no se tendría que haber consentido: fría, desértica, con Juan Breva allí solo en el fondo, a la espera de algún evento teatral o institucional que le dé compañía. 

Será por nuestra proximidad con Málaga, el caso es que (véannos, paséennos) Vélez no mantiene nada en su espacio viario de lo que una ciudad que se digne (por pequeña que sea) ha recibido, en tanto que ornamento público, de los siglos pasados. Nada digno de ser frecuentado a diario. Solo la plaza de las Carmelitas, que ahí resiste para mostrar algo de la histórica identidad veleña, con sus clásicas farolas, sus árboles, sus asientos públicos, sus terrazas, su tránsito, cuyo conjunto forma hoy, como nunca, un todo armónico y entrañable.

¿Dónde se reunirá la vecindad sin la amable sombra de los magnolios? ¿Por qué arrancar los árboles para suplantarlos por macetones? ¿Dón­de está el compromiso ecologista en este gobierno de izquierda... o de mi amigo Yus?

Honestamente, esta no es una crítica al uso, de oficio, es la preocupada razón de un vecino veleño entrañado con la plaza de las Car­melitas desde hace más de setenta años...