‘Te llamaré Viernes’ o la imperfección del amor

Columna de Emilia García

Te llamaré Viernes, la novela de Almudena Grandes forma parte de mi biblioteca desde su publicación en 1991. Su portada conserva admirablemente el color del retrato Mu­chacha con rosas, de Lucien Freud. Des­­­de el primer momento me llamó la atención la fuerza de esa imagen en la que la  chica de rasgos desmesurados y nada comunes nos atrae como un imán. Una portada que es un símbolo y todo un acierto, porque la novela en sí tiene tantos matices y lecturas, tiene tanta  simbología, tantos guiños literarios, que se podría hablar de ella desde muchísimos puntos de vista.

Yo no lo voy a hacer aquí, pero sí voy a centrar mi marcapáginas en uno de esos matices: la imperfección del amor.
 

Te llamaré Viernes es una novela de perdedores, de seres fronterizos. Sus protagonistas viven en los márgenes de una cultura de la que se saben excluidos. Y el físico está ahí, desde el principio de la novela para decirnos que poco o nada van a saber de amores perfectos. Amores construidos desde la modernidad con sus tópicos ya implantados en la conciencia colectiva a través de toda una industria. Las modas, el ocio, la estética, las relaciones amorosas son productos de este gran centro comercial, o de baratillo semanal, según los bolsillos, que ofrecen el espejismo de lo perfecto. A lo que hay que aspirar.

No tenemos más que echar un vistazo alrededor. Cuánta ansiedad y frustración puede provocar en muchísimas personas tener y exhibir un físico perfecto, unas relaciones perfectas, una vida perfecta. Ese parece el objetivo diario. Las que no lo consiguen son almas solitarias en el limbo de lo existente e inalcanzable.

Este anhelo de mostrar perfección y que el mundo virtual pone tan a mano, se topa diariamente con la  realidad. Y lo real es que las vidas de cualesquiera son un suma y resta de biología y medio socialeconómico determinado. “Yo soy yo y mis circunstancias”, dijo Ortega y Gasset. Las circunstancias son reales; para bien o para mal, es con lo que tenemos que lidiar día a día. Al parecer, la lucha por atenuar lo negativo de estas circunstancias, se centra en la actualidad en el aspecto físico.

Pienso que no vendría mal algo más de ética y menos estética, no porque esté contra la belleza, sino porque como dijo Susan Sontang “no está mal ser bella, lo que está mal es la obligación de serlo”.  

En Te llamaré Viernes los personajes son feos, tienen complejos, frustraciones, fobias, contradicciones, y están sedientos de amor. Son humanamente humanos. Con su luz y su oscuridad. 

Buscan lo que cualquiera: la pasión, la ter­nura, la tibieza y el sosiego de una voz y de un abrazo. A veces se consigue y a veces no. 

Para terminar, y jugando con el mito, no olvidemos que Cupido no es perfecto. Es niño, ciego y caprichoso. Entretenido con su carcaj, su arco y sus flechas que, las más de las veces, se pierden entre las crines del viento.