Puro teatro
La pasión es esa flor que se abre muy adentro, en lo oscuro de las entrañas, y que va venciendo los obstáculos que imponen vísceras y músculos, hasta verter toda su savia en las venas y llegar al corazón para dejar su esencia en él.
La pasión se rezuma, marca definitivamente. A los seres apasionados se les reconoce rápido. Y así decimos que aquel es un apasionado de la música o que aquella es una apasionada de las estrellas, de la literatura, la historia, o la pintura; porque vemos el brillo de sus ojos, y reflejado en lo profundo de su mirada, la flor que hace de estas personas seres singulares. Cuidan y miman ese don, que saben frágil y delicado, a lo largo de toda su vida. Se entregan sin reservas.
Hoy quiero hablar de algunas de esas personas que están muy cerca de todos nosotros y que han hecho de su pasión un arte de vida. Me refiero a Ana Ortiz y María José Ruiz, directoras de la Compañía de Teatro María Zambrano de Vélez-Málaga. Hace poco se celebraba el cuarenta aniversario de esta compañía. Cuarenta años dedicadas a ofrecer y transmitir esa pasión que reconocieron casi desde pequeñas y que no han abandonado nunca, de modo que, alrededor de ellas y favorecidos por su trabajo, han ido germinando talleres de los que han salido, estoy convencidísima, todo un elenco de apasionados artistas. Es una suerte para Vélez-Málaga contar con estas personas, estas almas apasionadas y vocacionales. ¡Hay en la Axarquía mucho arte! La pintura, la escultura, la música, el cante, el teatro, la literatura, el periodismo, la historia, la investigación académica, el deporte…; da mucho de sí este rincón malagueño. Por eso me alegró tantísimo ver ese reconocimiento público a la Compañía María Zambrano. Cuidar lo que se tiene y valorarlo es hacer cultura y ciudadanía.
El teatro tiene mucho de magia, es lugar y oficio en el que todo es posible. Cuando se apagan lentamente las luces de la sala, quienes estamos en las butacas, desde la platea al gallinero, sufrimos una especie de encantamiento. Sabemos que frente a nosotros y en nosotros, va a tener lugar una transformación en la que las marcas de nuestra rutina diaria van a diluirse hasta apagarse como esas lámparas. También nosotros seremos otros, porque vamos a ser partícipes, junto a los actores, de esa acción que se desarrolla en las tablas. Vamos a embarcarnos en un viaje en el tiempo acompañados por las voces, los gestos, la risa y el llanto, la comedia o la tragedia, el amor o la mezquindad, la luz y la oscuridad, tinieblas y paraíso, la maldad y el bien. Todo lo vamos a percibir, a sufrir y a gozar para explosionar en ese momento en el que el acto concluye, en una salva de aplausos. Así liberamos esa emoción contenida que la obra nos ha proporcionado, y así agradecemos a los que han hecho posible esa transmutación llevándonos con ellos a ese otro mundo fingido y real a la vez.
¡Ay, el teatro! Era yo una adolescente cuando leí las obras de García Lorca, las que entonces podías encontrar en librerías; Yerma, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba, Doña Rosita la soltera o El amor de don Perlimplín me conmovieron a la par que desasosegaban mi corazón. Más tarde ya, pude verlas representadas y, ¡qué gozo más indescriptible! Allí, sobre las tablas, las palabras se hacían carne. Los personajes estaban tan vivos, sus discursos eran tan actuales, que pareciera hubiesen sido creados en el momento. Ahí es donde se nota la labor de la dirección, en la interpretación de los textos y su adecuación a la actualidad.
En Vélez-Málaga hay mucho arte. Dos mujeres llevan más de cuarenta años haciendo de la interpretación y la dirección teatral el centro de su existencia. No les importa si a veces los vientos no les son favorables. Han seguido fieles a sí mismas, fieles a su pasión. Ellas son puro teatro.