Ha vuelto el fútbol

Artículo de Francisco Montoro

Después de tres meses de confinamiento, en los que han cambiado mucho nuestras vidas, empezamos a ser conscientes de aquellas cosas a las que ha habido que renunciar, independientemente del nivel de importancia o trascendencia vital que tenía para nosotros antes de la irrupción de la pandemia. Hemos tenido que “soportar” la supresión o modificación de nuestra vida laboral, la supresión de clases educativas a todos los niveles, de duelos, procesiones de Semana Santa, Romerías, fiestas patronales y festividades varias; hemos tenido que renunciar a viajar, ir a museos, asistir a conferencias, cursos de formación… Hemos dejado de visitar a la familia, a los amigos, a los colegas… Hemos tenido que renunciar a nuestro sistema de compras, nuestras diversiones, y grandísima parte de nuestras costumbres, etc., etc.

Evidentemente hay cosas que son más importantes que otras, más decisivas que otras, más implicativas que otras… Entre las de segundo, tercer o cuarto orden, están las suspensiones de los eventos deportivos, y dentro de ello el fútbol, sin duda el deporte rey de nuestro tiempo. Sin público, con algunas normas nuevas, con calendarios distintos… pero el fútbol ha vuelto. Y ello, aunque resulte chocante, tiene consecuencias variadas a nivel general, familiar y particular. Y aunque chocan determinados cambios, eso de “continuar” la liga -en el caso español- tiene repercusiones en las programaciones de las televisiones, en las costumbres familiares, en los estados de ánimo de los aficionados…

El fútbol no es solo un deporte. Supone noticias específicas, tertulias pre y post partidos, minireuniones familiares, y de amigos, todo un cambio respecto a los meses anteriores, una vez llegada la “nueva normalidad”. El fútbol está en todas partes, ocupa grandes titulares, mueve enormes cantidades de dinero, es siempre actual y un fenómeno de alcance universal, que habla todas las lenguas, integra todas las razas, aúna nacionalidades, cree en todas las religiones, admite todas las culturas… Miles y miles de profesionales, de forma directa o indirecta, se dedican a él, y todos los medios de comunicación se hacen eco de lo que pasa en su mundo. Y no digamos nada de la prensa especializada. Las tiradas que tienen Marca, As… ya la quisieran para sí la mayoría de los diarios de información general que cada día se acercan hasta nuestros kioscos.

Hace años, un doctor en Filosofía, Carlos Goñi Zubieta, publicó un libro titulado Futbolsofía. Filosofar a través del fútbol (Ediciones del Laberinto SL) Por aquel entonces nos sorprendió sobremanera que un fenómeno de masas, tan denostado por unos y seguido por otros, tan apasionante, o despertador de pasiones, sirviera de pretexto a un filósofo para escribir un libro cuyo objetivo no era hablar de fútbol, sino del fútbol. Y es que, conozco pocas personas a quienes el fútbol resulte indiferente. “El conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno”, para unos, y un dechado de virtudes y escuela de  colaboracionismo, diversión, patriotismo, deportividad, etc., etc., para otros. 
Hoy, tras el regreso “a la normalidad”, me gustaría hacer una reflexión sobre el fútbol. A diferencia del cine, la televisión, el teatro… cuando un espectador asiste a un partido de fútbol, hay una figura en el campo de juego que le avisa cuando algo no se hace correctamente: el árbitro. Mientras que uno puede ver una película sin que nadie le advierta de que lo que está viendo es degradante, ofensivo, injusto…, cuando se está viendo un partido de fútbol se toma conciencia de lo que está bien y lo que está mal. El jugador que no sigue las normas de deportividad, seguridad, respecto a los compañeros, y al público, quienes se saltan las normas establecidas… son amonestados. Incluso expulsados para que no puedan seguir en el juego manteniendo prácticas que perjudican al deporte, a los compañeros de juego y a los espectadores.

Ojalá la situación de nuestro país nos permita disfrutar del fútbol, a quienes nos gusta; y que no sirva de dormidera para tapar nada. Que todos tomemos conciencia de que, de los males que vivimos, se sale jugando unidos, como equipo, respetando las normas, ayudando a los que están en situación complicada, esforzándonos, siendo ima­ginativos… Y, si es necesario, expulsando a quienes se ganen una tarjeta roja.