Cultura es salud

Parece que todos sabemos lo que necesitamos para disfrutar de una buena salud: buena alimentación, práctica regular de ejercicio físico y, a ser posible, un trabajo satisfactorio y cierta estabilidad emocional. 

Pero, según  investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega, los adultos que disfrutan de la vida cultural gozan de mejor salud. Esto les puede parecer a muchos una exageración o una ocurrencia, pero les aseguro que está demostrado que las personas que escriben, tocan instrumentos musicales, pintan, acuden al teatro o visitan museos, sufren menos ansiedad y depresión, y se sienten más satisfechas con su vida, lo cual se traduce en una mejor salud.

Actividades culturales como las señaladas u otras como la lectura, ir al cine, asistir a un concierto, disfrutar del patrimonio histórico artístico o de cualquier actividad cultural, son mucho más que meras distracciones. La vida cultural es beneficiosa para la salud y nos permite disfrutar más de la vida, entre otras cosas porque mantiene nuestra mente abierta, condición indispensable para que funcione a pleno rendimiento.

En los países más avanzados, numerosas instituciones y centros de salud dan importancia al factor cultural para la rehabilitación de los enfermos y la prevención de la salud. Y si la cultura es necesaria para la salud, es lógico que esté protegida. Así, del mismo modo que hay una Declaración Universal de Derechos Humanos (considerados de primera categoría), se cuenta con el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (considerados de segunda categoría). Firmado en 1966 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, este pacto es el primer instrumento internacional que reconoce estos derechos, aunque junto con los derechos económicos y sociales. 

Algunos de los artículos que hacen referencia a su importancia inciden en el derecho de toda persona a participar en la vida cultural y que, por parte del Estado se adopten medidas para asegurar el pleno ejercicio de este derecho y las necesarias para la conservación, el desarrollo y la difusión de la ciencia y de la cultura, respetando la indispensable libertad para la actividad creadora.

En ese sentido, es inadmisible que en España estemos entrando en un terreno peligroso para esa libertad de los creadores y el derecho de los ciudadanos a disfrutar, o no, de actividades y espectáculos culturales prohibidos o censurados por el poder político de turno y que hayan aumentado las querellas contra compañías de teatro, revistas y programas satíricos o de humor por parte de grupos ultracatólicos en los últimos años, que parecen haberse envalentonados por el ascenso de Vox. No. Porque, como ya hemos dicho en otras ocasiones, el que alguien se sienta ofendido no significa que tenga razón o el derecho a que se castigue o prohíba aquello que cause esa ofensa.

Lo mismo que tenemos que acostumbrarnos a respetar al diferente, ya sea por motivos de raza, identidad sexual, procedencia o religión, deberíamos aceptar que hay personas o creaciones culturales que puedan atentar contra nuestras creencias y que, no por ello, deban ser prohibidas. Como dice el refranero español: “No hay mayor desprecio que no hacer aprecio”. Así que ignorando esas propuestas ofensivas para nosotros, no dándoles pábulo ni trascendencia mediática conseguiremos mejores resultados.

Siguiendo con el leitmotiv de este artículo creo que para que consigamos unos estándares aceptables de nivel cultural de la población, es inadmisible que estemos asistiendo a una progresiva disminución de las asignaturas de humanidades en la educación primaria y secundaria, lo cual es un ataque frontal al conocimiento. No se puede dejar de lado en nuestro sistema educativo el estudio de lo que es substancial para vivir de manera decente, no aburrirse y ser feliz. Y me refiero a la idea clásica de cultura que engloba al mundo del pensamiento, los conocimientos filosóficos, literarios y artísticos y a su disfrute.

En fin, si la práctica y la implementación de políticas culturales de calidad, participativas, abiertas a todos y mantenidas en el tiempo nos proporcionan una mejor calidad de vida, no se entiende como todavía hay quienes parecen ignorar que la cultura no es mero espectáculo, que no se trata de apostar exclusivamente por lo más conocido o comercial, por lo que atrae fácilmente a las masas, sino que se debería apostar de verdad por una cultura de calidad para todos. Realmente no entiendo a quién piensa en el arte como un antídoto contra el entretenimiento, como algo que no tiene que darnos ninguna experiencia agradable. Creo que es, como decía Frank Zappa, una concepción punitiva del arte y la cultura.

¡Salud!