Jornada de reflexión

Decía el profesor y politólogo italiano Norberto Bobbio que la democracia es “un conjunto de reglas procedimentales para la toma de decisiones colectivas en el que está prevista y se propicia la más amplia participación posible de los interesados”.

Esos “interesados” somos nosotros, los ciudadanos, los contribuyentes, que con nuestro voto elegimos (aunque sea de manera restrictiva debido al carácter cerrado y bloqueado de las listas electorales) a quienes deben representarnos, gestionar los recursos públicos y trabajar en pos del bien común. 

De hecho, como se recoge en nuestra Constitución, el derecho a participar en los asuntos públicos es un derecho fundamental y el ámbito local deviene espacio propicio para la participación ciudadana, por su proximidad a las inquietudes, necesidades y aspiraciones de la población. Por ello, debería ser irrenunciable para los distintos partidos que esa participación sea uno de los pilares de su  acción política, incluyéndola en sus compromisos de campaña  de manera estable y no limitarla a una serie de gestos de carácter electoralista.

Hemos visto cómo algunos partidos han esperado hasta el comienzo de la precampaña electoral para inaugurar sedes, tanto en Torre del Mar como en Vélez-Málaga. ¿No han tenido tiempo antes de acercarse a la ciudadanía y ponerse a su servicio para escuchar sus demandas? Hemos comprobado el resurgimiento o la creación de algunos ‘periódicos’ (algunos los tildan de meros panfletos propagandísticos) que durarán prácticamente lo mismo que la campaña.  Algún candidato  a al­cal­de se ha ido moviendo por diversas partes del municipio con una silla para sentarse con los vecinos y oír sus quejas y propuestas, mientras otros se han citado en sus sedes para escuchar las demandas vecinales. Otro partido se ha empeñado en que oigamos hasta la saciedad la canción de nuestro querido Pepe Luís Conde ‘Arte veleño’ (¡¡¡) y se han presentado formaciones políticas que han estado desaparecidas durante toda la legislatura. 

Bueno, parece que el valor que nuestros aspirantes a munícipes dan a la participación real y efectiva es manifiestamente mejorable y, salvo alguna excepción, quienes gobiernan parece que la rehúyen y no quieren que pasemos de una ilusión de democracia reducida al voto electoral a una democracia verdadera basada en una ciudadanía activa y responsable.

Quienes conocen los entresijos de la política local afirman que, al margen de atender solo a posibles intereses personales, buenas intenciones o a promesas de las que luego nadie se responsabiliza de su incumplimiento, los candidatos a concejales parece que responden más a la llamada del líder de turno que a una profunda convicción de servicio público. 

No sé si ha quedado claro qué modelo de municipio persiguen unos y otros, cuáles son los planes para mejorar nuestra vida a nivel económico, social, cultural, medioambiental, etc. Es increíble que no haya un frente común ante la escasez de agua y los grandes retos pendientes y que se repitan mantras que, por conocidos, no dejan de ser quimeras.

Pero, dada la importancia que cualquier elección democrática tiene, la ley electoral contempla en nuestro país que el día antes de las elecciones se reserve para la llamada ‘jornada de reflexión’, una especie de invitación a que aprovechemos la ausencia de ruido electoral y cavilemos sobre qué decisión tomar con respecto a nuestro voto y en quién depositamos nuestra confianza durante los próximos cuatro años, que no es poca cosa. 

Por ello, sería deseable que, a pesar de que muchos tengan ya, por un motivo u otro, el voto decidido, aprovechemos para hacernos unas preguntas esenciales para dilucidar, solos o en compañía de otros, en quiénes vamos a confiar el próximo domingo 28 de marzo, sin dejarnos llevar por algunos medios ni por lo que aparece en las redes sociales, que tienden a distraernos de lo urgente y enfangarnos en debates tramposos.

Lo cierto es que sabemos poco del perfil de la mayoría de los miembros de las listas electorales y que los partidos ponen el acento en sus líderes respectivos, como si el resto fueran meros palmeros. Lo ideal sería que todos fueran gente capaz, formada, con experiencia vital y profesional, que haya viajado y conocido otras realidades y que la lectura sea uno de sus vicios confesables, además de que estén convencidos de la importancia de la participación vecinal siempre, no solo en campaña. 

La política es algo demasiado serio como para ponerla en manos de cualquiera. Por eso, debemos aprovechar esta jornada para descansar de las cantinelas y del ruido de la campaña y reflexionar para, el do­mingo, ir a votar.