La vida rutina

Terminado el verano, y con él las vacaciones, nos vamos preparando para la vuelta a la rutina, después de intentar huir de ella durante el periodo estival.

Y aunque la cuesta de septiembre ha llegado más empinada que nunca, no tiene por qué resultarnos difícil reincorporarnos a la cotidianidad. Es cierto que la vuelta a la rutina puede suponer un poquito de ansiedad porque, al retomarla, empezamos a intuir los límites rígidos que la oprimen. Pasamos del hedonismo veraniego a esa especie de vorágine de los quehaceres diarios, que sentimos como una losa y nos genera ese síndrome postvacacional del que tanto se habla en estas fechas. De disfrutar de una jornada en el chiringuito en compañía de familiares o amigos, pasamos a tener que madrugar y ceñirnos a los márgenes más o menos estrictos que nos impone la vuelta a nuestros quehaceres, ya sean domésticos, laborales o académicos.

Pero, a pesar de que las rutinas pueden encorsetar nuestra vida, también la estructuran. La rutina no tiene por qué ser mala. De hecho, hay estudios que confirman que repetir hábitos es positivo y que las personas que gozan de buena salud adoptan comportamientos muy rutinarios. Al establecer una rutina, nuestro cerebro sabe qué esperar, lo que se traduce en menos incertidumbre. Poder predecir qué es lo que viene a continuación nos da sensación de control y nos permite ser productivos y sacar adelante las tareas que no nos resultan tan agradables. Otra cosa es que nuestra vida o la forma en que la llevemos sea aburrida, monótona o falta de picante.

Del estrés o síndrome postvacacional podemos  pasar a lo que algunos llaman la claridad postvacacional. Porque, ¿y si resulta que es justo después de las vacaciones cuando realmente podemos ver las cosas como son? ¿Y si tenemos en esos momentos un repunte de lucidez? Antes de que nos arrastre la ola de la rutina, cuando todavía recordamos las tardes de piscina, las sobremesas con amigos, los paseos al sol, los conciertos al aire libre y la lectura a la sombra, pensemos en que es posible juntar las cosas que de verdad importan en la vida y residir entre ellas, y que una corriente de aire fresco nos dé en la cara tras la vuelta de las vacaciones.

Para no tener sobresaltos, conviene recuperar la rutina poco a poco, intentando realizar actividades divertidas y agradables e incorporando un estilo de vida saludable, dedicando tiempo a nosotros mismos y mirando más hacia nuestro interior porque, con la llegada del otoño, suele ser común caer en un estado de abatimiento que esa reflexión interna puede ayudar a superar.

Ahora, que las noches empiezan a refrescar podemos aprovechar el significado espiritual de septiembre, que está vinculado al reenfoque de energías, un periodo para ver cómo hemos actuado hasta la fecha y organizarnos para afrontar lo que queda de año con la mejor actitud posible. Por eso, es el momento ideal para pararse en medio del camino a meditar, a prestarnos atención y pensar si lo que estoy haciendo como persona tiene sentido para mí o para la comunidad, pues gran parte de lo que hacemos es intercambiable y prescindible.

Pero todo ello sin agobiarnos ni colapsarnos, buscando entornos amables e intentando no ponernos a prueba. Tal vez podamos sentir la necesidad de estar solos y de tener tiempo y espacio para entender lo que queremos e intentar solucionar algunos problemas. Necesitamos escucharnos y cuidarnos y regalarnos ese espacio personal. Por eso, el día a día importa muchísimo. Una vez escuché a alguien decir: “Yo mido mi calidad de vida y mi felicidad por cómo son mis lunes” Esa es la actitud. Salir de la propia vida es una ilusión. Y nosotros no tenemos varita mágica. Pero sí podemos hacer  como dicen en un programa de televisión: “No dejes para mañana, lo que puedas disfrutar ahora”.

Es el momento de que nos relajemos y fomentemos los pensamientos positivos y que, cuando vayamos a caer en el abatimiento, recordemos lo que nos decía Serrat en una de sus canciones: “Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de ti. Recíbelo como si fuera fiesta de guardar, como el último que te toca vivir, donde todo está por descubrir. Si la rutina te aplasta dile que ya basta de mediocridad. Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también”.

Eso es LA VIDA RUTINA.