Comenzar a caminar

Columna de José Antonio Fortes

Iniciar un camino es siempre predestinar la preferencia del deseo de vivir hacia el  horizonte de la ilusión o, incluso, a la necesidad de la supervivencia. Sin duda alguna, caminar es vivir. Avanzar y descubrir. Despejar incógnitas y abrirnos al mundo del conocimiento; ese es el viaje dentro del viaje. Como nosotros mismos llevamos nuestro destino dentro de nuestro ser. 
Caminar por las sensaciones, caminar con los anhelos, caminar con el angustiado esfuerzo, los sonidos, los ritmos, los gestos, caminar con las almas que los provocan y habitan todos los rincones de estas tierras, de nuestra tierra, para ser participes de sus palabras, de sus colores, de sus formas, de sus armonías, de sus temperamentales y expresivas ideas, con toda seguridad plenas de nobles sentimientos.

Un camino en busca de los sentimientos que generan la expresión humana. Eso es lo que vamos a buscar por todas las veredas que conforman la expresión artística, ese desgarro que a jirones provocan de manera inexplicable nuestra emoción.

“Da tu primer paso ahora. No importa que no veas el camino completo. Solo da tu primer paso y el resto del camino irá apareciendo a medida que camines” (Martin Luther King Jr).

Por ello iniciamos nuestro primer paso ante la incertidumbre que supone lo desconocido, lo no realizado anteriormente. Pero caminar implica, también, reto, emoción por descubrir lo desconocido, buscar y penetrar en el interior somático del ser humano por un lado y en su cavidad intelectual por otro; una prospección en busca del al­ma, ese espacio donde se funden los algoritmos del saber. 

Un viaje en el que intentaremos armonizar dos modos de sentir, dos percepciones. Al artista, como productor de emociones, y al receptor de las mismas como destinatario de ese mensaje subjetivo y particular que presupone la subrogación del espectador hacia su obra. Allí deseamos llegar; lo haremos cadenciosamente y con cierto sigilo, deseamos encontrarnos con estos seres burbujeantes de esencias que huelen a arte.

Todos, sin distinción, deben tener un espacio de dignidad en este horizonte que se vislumbra y presentimos apasionadamente pleno de emoción. Por lo tanto, hagamos de este caminar una experiencia colectiva y busquemos juntos la faz artística de esta tierra en la que la noche es sorprendida cada mañana por el poderoso rey sol, embajador de la luz, por mandato divino.