Alegato de buenas intenciones

Columna de José Marcelo

“Yo quiero arrojar al viento una nueva sonrisa / una sonrisa tan nueva que dé aliento nuevo, / lo nuevo nazca en los corazones/ del hombre y de la mujer”.

Estos versos del poeta son un deseo de renacer cada día, de entrega, de enfrentarse ante las adversidades,  y de que el corazón humano tome la fuerza para vivir.

Este aliento nos despierta para que veamos el amanecer, nos dice que estamos vivos, mostrándonos el horizonte para seguir caminando. Posee la fuerza para enfrentarse a la enfermedad y a la vida. Nos levanta de las caídas, y acude también  cuando la pena busca consuelo. Es quien nos conmueve y nos hace sentirnos humanos; reconociendo nuestros propios errores. 

La sonrisa de la que habla el poeta necesita de lo cordial, de  aquello que significa “la metáfora del corazón,” de esa complicidad por la que surge  el afecto entre las personas, tan necesario para la convivencia y el equilibrio emocional. Porque la carencia de afecto conlleva la pérdida de la autoestima, que nos conduce a la depresión. La vida carece de sentido. 

El corazón debe alimentarse de este aliento para vivir y celebrar la vida. Así, nos encontramos con festividades que nos invitan a renacer, como son la Navidad, la celebración del año nuevo y la festividad de la Epifanía. Todas ellas llenas de buenos propósitos y deseos.

Hay instantes de la vida en que tomamos decisiones, sin sopesar los pros y los contras. Nos dejamos llevar por los buenos sentimientos, porque son la fuerza del corazón, ese latir y lo cordial lo que verdaderamente nos unen. Aunque nos equivoquemos, no nos pesará, porque lo viviremos como una experiencia y un aprendizaje. Hay otras decisiones que exigen de ‘la voluntad’, con éstas hay que sopesar sus pros y sus contras, saber elegir bien, decir ‘sí’, cuando requiere de nuestro esfuerzo y determinación, y decir  ‘no’, cuando nos dejamos llevar por las debilidades. Porque las malas decisiones y los equívocos  nos afectan,  nos pesan, y acaban determinando cómo somos. Y no culpemos a nadie, porque cada uno es responsable de sus actos. Pero todos somos partícipes del modelo de sociedad que construimos, del planeta que dejamos como herencia.

Que esta sonrisa nueva sea un alegato pa­ra salvar a esos seres  invisibles, desahuciados y desheredados de la tierra, que la pena y la carencia de afecto les conducen al suicidio. (Es muy triste que haya un alto porcentaje de muerte por suicidio). Que valga tam­bién para las personas que padecen de so­ledad, para que encuentren compañía. Aun­que tú, lector, tache de soñador al poeta por expresar estos deseos utópicos, él también le ofrece la sonrisa nueva a esos corazones soberbios para que aprendan a son­reír, porque ellos también carecen de afecto. 

La cuestión es cómo queremos pintar el paisaje humano: de todos los colores o sólo de gris. ¿Queremos un ser humano  egoísta, lleno de miedo, que construya un mundo lleno de violencia o apostamos por ese ser humano solidario, creativo,  amante de las artes y constructor de la vida?

Por eso,  el poeta: “Quiere arrojar al viento una sonrisa/ y al cielo otra sonrisa, / y al mar una carcajada de sonrisas. / Para verlo todo azul, / el cielo azul, / y la mar azul”.