Antígona vs Cleopatra
La compañía de teatro ‘María Zambrano’ pone en escena la obra Antígona vs. Cleopatra, cuyo autor y director es Juan Salvador Gómez Polo. Desde el día de su estreno, el 21 de noviembre de 2015, en el Teatro del Carmen de Vélez-Málaga, ha sido representada en numerosos escenarios, cosechando grandes éxitos. En ella se contraponen dos realidades antagónicas: la fuerza de la piedad ante la pasión del poder. El autor, con gran acierto, rescata de la génesis histórica a dos personajes míticos. Dos mujeres, Antígona y Cleopatra: una es alma, la otra es cuerpo.
La virginal y piadosa Antígona, la que delira desde la tumba. La que está enterrada en vida, y como un alma aboga a la justicia divina, cuya piedad está por encima de todas las leyes humanas. El lenguaje poético utilizado por el autor, refuerza la figura de Antígona. Porque es su alma la que habla siempre; lo hace basándose en los sentimientos de piedad, de amor y justicia. Esta actitud es la que salvará al ser humano. En este planteamiento, la filosofía se hace vida. Porque el autor se basa en la obra La tumba de Antígona, de la pensadora María Zambrano, y se hace eco de sus reflexiones para ponerlas en escena y contraponer su Antígona a la figura antagónica de Cleopatra. Es otro gran acierto de Juan Salvador.
Cleopatra: la mujer bella, sensual, pasional, libertina y amoral en lo sexual. Ella es conocedora del potencial que posee; lo utiliza para uso del poder. Este modelo de mujer, que se vale de su belleza y astucia, lo vemos en personajes bíblicos como Esther, la salvadora de su pueblo judío. Fue la belleza y astucia de Esther quien la hizo reina, conquistando al rey persa Asuero. Del mismo modo, Cleopatra salva al pueblo de Egipto de someterse a la esclavitud del imperio romano, conquistando el corazón de Marco Antonio. ¿Cuántos reyes han sido destronados y otros coronados; por qué ha habido siempre una mujer como Cleopatra o Esther detrás?
El autor rescata de la historia estos dos modelos de mujeres, como son Antígona y Cleopatra, para enfrentarlas a un mismo tiempo y escenario: nuestro siglo XXI. Estas dos realidades han estado siempre presentes. Nunca han muerto, porque han trascendido sobre la Historia. Contraponer estas dos visiones, es enfrentar el cuerpo y el alma, porque la obra va más allá de plantearse un tema social, como es la lucha de clases. El pueblo que padece hambre y clama justicia ante los poderosos, que siempre ganan. El autor y director de la obra, Juan Salvador, supera esta fase social, porque hay algo más, lo que no se dice y se deja entrever: son dos mujeres, y la figura patriarcal desaparece como poder.
La justicia piadosa de Antígona trasciende porque es divina, como trasciende la seducción de Cleopatra, que es humana. La seducción es usada como poder para dominar y esclavizar. Pero la unión de ambas actitudes, la de Cleopatra y Antígona, representa al ser humano en su totalidad: con todos sus valores y sus bajas pasiones e instintos, así como sus sentimientos encontrados de amor y odio. Éste es otro hallazgo del autor, y nos lo pone en escena con la finalidad de que reflexionemos sobre el tema humano. Por lo tanto, son ellas, alma y cuerpo.
Oímos a Cleopatra reprocharle a Antígona su virginidad. Que como mujer jamás podrá amar como ella, un amor humano. Y Antígona le responde que su amor es superior, porque es piadoso y, por tanto, divino.
Antígona es consciente de la condena que va a padecer al enfrentarse a las leyes humanas y al poder. Porque, al actuar con piedad, la justicia que ella reclama es la divina. María Zambrano, en La tumba de Antígona, nos dice: “Antígona enterrada viva, no morirás, seguirás así, ni en la vida ni en la muerte, ni en la vida ni en la muerte…”.