Asuntos cotidianos

Vivir en una sociedad tecnológica que avanza de manera acelerada, exige adaptarse, día a día, a una realidad social dinámica y de bruscos cambios.

Esta exigencia produce estrés e ira. Cuyos estados emocionales son a consecuencia de la frustración y el nerviosismo,  que los usuarios sienten ante la impotencia del ritmo de conocimiento exigido, para manejar los medios informáticos y tecnológicos. 

Las personas mayores son quienes más padecen ese estado de estrés, cuando tienen que realizar gestiones a través de internet. Cuyos trámites requieren co­no­cimientos técnicos de informática. Por otra parte, se sienten inmersos en un sistema económico donde impera el valor del tiempo.  El cual consiste en producir mucho, para rentar ganancias de dividendos en poco tiempo. Esta concepción económica  se ha impuesto con tanto poder que, de manera indebida, se apropia a su favor el ‘tiempo’ de sus clientes, para enriquecer sus empresas.

Ejemplos son los trámites bancarios, los cuales se imponen que se realicen a través de internet. El usuario puede pensar que se ahorra tiempo no yendo a la entidad bancaria, pero la realidad es muy distinta si la analizamos detenidamente, comprobando cómo afectan a las personas que carecen de los medios técnicos y de los conocimientos informáticos. Que son  una mayoría social, los más afectados son las personas mayores jubiladas.  En el aspecto económico, las entidades bancarias son las beneficiarias, como he expresado, de ese ‘tiempo’ que se emplea en las gestiones por internet.  Porque le genera mayor riqueza: primero, por el ahorro económico de aperturas de oficinas y de personas que atiendan a sus clientes; segundo, porque cobran por la mayoría de las gestiones presenciales; tercero, produce inestabilidad laboral en los empleados de la banca, dándose una gran pérdida de puestos de trabajo.  Es triste ver pueblos sin ninguna entidad bancaria, porque descienden su población de habitantes; por lo tanto, ya no son rentables.

La propuesta para paliar  la brecha digital y sus frustraciones, pasa por  aplicar el proceso de aprendizaje que les permita adquirir competencias para entender y aprovechar el potencial educativo, económico y social de las nuevas tecnologías. Por lo tanto, debería legislar el gobierno del Estado que las entidades bancarias, así como las grandes empresas que usan las redes de internet para sus ventas, que invirtiesen y cubriesen con impuestos la alfabetización digital para reducir dicha brecha. Lo que implicaría un compromiso de las entidades bancarias y de las empresas  con sus clientes, para dotar de recursos tecnológicos, e impartir cursos para adquirir los conocimientos informáticos. 

Otra alternativa que se demanda con urgencia, en cuanto a  las gestiones bancarias, la atención  presencial y per­­sonalizada  para los usuarios que padecen la brecha digital, y, especialmente, a las personas mayores jubiladas.

Para ello, es necesario exigir que se amplíe el horario de atención al público, así como aumento de personal. Otro factor muy importante es el de la ‘confianza’, que actualmente se está perdiendo, porque al acudir a la sucursal  no encontramos a la persona que nos atendió, amablemente, hace unos días,   y no está, porque la han trasladado. Es incomprensible que inviertan en publicidad, para hablar de confianza y buena gestión, pero no la practiquen.

¡Tomemos conciencia social, exijámoslo!