¿Y tú, cómo te relacionas?

La relación social es vital para nuestro desarrollo como ser humano. La motivación de sociabilidad nace por nuestro instinto de supervivencia y de protección. La afectividad surge, con posterioridad, de la convivencia y de la necesidad de sentirnos queridos y reconocidos. Ambas, tanto la necesidad de vivir en sociedad como las relaciones afectivas están determinadas por el miedo a vivir en soledad.

Necesitamos sentirnos queridos y reconocidos socialmente; así como ofrecer nuestro afecto y ser correspondido, porque ello nos aporta autoestima y felicidad. Procuramos evitar la incomunicación, porque es uno de los grandes problemas que produce dolor y soledad. Los expertos sobre el tema  coinciden que para lograr una saludable relación es preciso conocer nuestras emociones, y saber reaccionar correctamente ante los desafíos y las exigencias de la vida. Esto exige ser asertivo, es decir,  hay que expresar nuestros  sentimientos de forma honesta, directa y correcta; respetando las creencias de los demás. Desarrollar habilidades personales como ser perseverante y aprender de la vida, para adquirir confianza en uno mismo y ser capaz de sobreponerse ante los fracasos. Tener empatía, creando relaciones sociales para reconocer los conflictos y, solucionarlos.

Los psicólogos Goleman (EE.UU.) y Jorge Castelló Blasco (español), autores de libros sobre la dependencia emocional, expresan que la afectividad puede ser una fuente de conflictos en las relaciones interpersonales como muestran las heridas de las rupturas de parejas, el miedo al fracaso...  Los conflictos aparecen cuando  no se controlan las emociones y, lamentablemente, derivan a trastornos de apego y de dependencia. Cuya dependencia emocional  afecta a la propia visión de la persona, y cómo ve a los demás. Posee un concepto paupérrimo de sí mismo; su comportamiento es  pasivo, indeciso e inseguro; se siente incapacitado para tomar cualquier decisión sin la aprobación de la persona que ostenta la autoridad sobre él. En la relación manifiesta una actitud egoísta, con un sentimiento elevado de que su pareja le pertenece.

Es el momento de responder a la pregunta, que encabeza este artículo, para reflexionar sobre la importancia de la afectividad en las relaciones sociales, y su incidencia en la salud. Para ello,  me viene, a la memoria, el poema sobre el amor del poeta libanés Khalil Gibran, el cual  os invito a leerlo. Me quedo con  los versos: “Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura. [...] / El amor no posee, ni es poseído”. Versos que denotan sabiduría sobre la vida, porque nos advierten del peligro del sentimiento de posesión, el cual es tan cruel que asesina. Cuando los celos actúan dominados por el pensamiento: “Si no eres mía, no eres para nadie”. La consecuencia social de tal pensamiento son los asesinatos por violencia de género. Los miedos a la soledad, al abandono, al fracaso... son los causantes de la dependencia emocional y del sentimiento de posesión, que dañan la salud y las relaciones. 

Hay que reforzar la no pertenencia: “No digáis mi amor, ni tu amor, sino nuestro amor. /No digáis mi esposo, ni mi esposa, / porque no os pertenecéis. / Decid: es el compañero o la compañera, / que habita en vuestra casa. / Haced de vuestra casa vuestros corazones”.