El corazón de la piedra

Columna de José Marcelo

“Quiero penetrar en el corazón de la piedra, / ese corazón duro de la piedra que traspasa el tiempo, / ese corazón inmóvil de la piedra que atrapa el espacio”. Con estos versos expresa el poeta su deseo de conocer el corazón de la piedra. 

Entré en la gruta de Las Maravillas y vi las piedras preciosas. La cavidad era como esas de las que habla María Zambrano: “Grutas de esmeraldas que nacen en sueños y al soñante acogen de verdad (…) ese color visto tan solo en sueños y ese felicísimo estar en la gruta”.

Dentro comprendí el concepto de eternidad. Es necesario miles de miles de años para unirse las estalactitas y las estalagmitas y crear tan inmensa belleza. El corazón de la piedra latía y sentí que formaba parte de él, pero ‘yo’ y mi libertad humana éramos insignificantes. Me acordé de lo que se pregunta el poeta: “¿A dónde me conduce la libertad/ de ser humano?, / si el río del agua se la lleva”.

Esa libertad humana que me invita a ser autor de mi vida y responsable de la naturaleza que recibo. Que soy una especie más a extinguir, y esto es consecuencia de mi ego creador que todo lo transforma a su antojo. La misma libertad que me obliga también a trascender mi identidad como humano. Es por ello, que no hablo de mi cuerpo y de mi breve tiempo de vida, sino de que estoy obligado a participar en el mantenimiento de mi especie.

En esta línea de pensamiento hay grandes aportaciones como la del escritor noruego Jostein Gaarder, que en el marco de un ciclo de conferencias sobre ‘Ecología y solidaridad’, celebrado en Alicante, declaraba en su ponencia: “Desde que vimos la luz del día en África, hemos estado luchando una resuelta batalla para asegurar que nuestra rama no se pode del árbol genealógico de la evolución. Esta batalla ha tenido éxito, porque todavía estamos aquí. Sin embargo, amenazamos la existencia de todas las especies. Esto hace que pongamos en peligro la base de nuestra propia existencia”.

Mi grave error humano es mi ego, el cual me hace creer que soy el centro del universo. Esta creencia me conduce a perder la perspectiva sobre temas importantes, y caer en la fugacidad de la vida, el cual me produce el miedo a no ser. Y quiero con una mirada abarcar la inmensidad del universo, pero me siento perdido. Mi torpeza ha sido construir una sociedad que se basa en vivir para hoy, sin importarme ni la herencia recibida ni el mañana que he de entregar.

Entrar en la gruta me ha hecho reflexionar sobre el concepto de eternidad. Que para ser eterno hay que ser tiempo. Y mi tiempo formará parte de la eternidad, si yo participo en mantener viva la naturaleza. 

Es lamentable que mi libertad humana se esté equivocando, porque actúa en contra de la naturaleza. Al hacerlo, un día ya cercano, formaré parte de una especie extinguida, que quedará sepultada como fósil en la piedra. Eso sí, dejando abundante material de desecho, el cual será digno de estudio para la próxima especie dominante o inteligencia artificial que reine.