La aventura de un comienzo
Columna de José Marcelo
Estamos ante una novela donde la autora, Amalia Jiménez, nos relata la idiosincrasia de un pueblo rural del interior de la comarca de la Axarquía. Acertadamente se recrea en el lenguaje rural, ese ‘hablar de pueblo’. El paisaje natural es descrito con un lenguaje sin redundancia ni abusos de epítetos. Habla de las faenas de labranza, de dichos y refranes, de las costumbres tradicionales… Nos lo presenta con sus virtudes y sus defectos, pero sin juzgarlo. Emplea un lenguaje afectivo que denota su implicación en la comunidad, creando una simbiosis de contadora de la historia y de protagonista presencial.
“Todos están pendientes de todos, se conocían bien. A veces, también se especulaba con la vida de los demás, demasiadas suposiciones que daban a errores. (…) La falta de intimidad es tal vez lo peor que tiene la vida en un pueblo”.
La temática de la novela se desarrolla entre los últimos años de la dictadura y los primeros años de la transición democrática. La autora elige este periodo de la historia española, toma como modelo un pueblo rural, para mostrarnos una sociedad española que fue educada en el nacionalcatolicismo y en el feminismo de Pilar Primo de Rivera. Modelo de educación que influyó en la manera de pensar, de actuar y de convivir de varias generaciones.
“El padre cuando bebía no se dormía sin más, sino que había peleas con su mujer y, también, en muchas ocasiones, con sus hijos”.
La aventura de un comienzo narra la historia de unos jóvenes enamorados, quienes son contrariados por las normas de la comunidad. Normas no escritas, pero sí acordadas por la costumbre y la moral. Una de ellas era emparentar con la misma clase social, siendo la familia quien aceptaba la relación.
“Las madres aconsejaban a los hijos con quién emparentarse…, porque las uniones entre familias de bien era lo primordial”.
La narración alcanza mayor intensidad con la escapada de los jóvenes del pueblo. Nos hace pensar, que dicha decisión va a suponer una rebelión a las normas de la comunidad. Los jóvenes enamorados viven su propio destierro, en busca de una nueva vida para amarse en libertad. Pero queda en una aventura de un comienzo… Se ven obligados a regresar por las circunstancias que la vida les exige, e impera la necesidad social de sentirse protegido por la comunidad del pueblo. La huida se convierte en un pretexto para que las familias les acepten. Porque, por encima de todo, lo importante es salvaguardar la honra.
-¿Pero él te va a cumplir?
-¿Qué es eso de cumplir?
-Si se casa contigo.
Amalia Jiménez, al escribir la novela, lo hace siendo fiel a la época. Refleja ese paisaje humano y el modelo de sociedad. Le interesa trasmitir los porqués de la identidad o la forma de ser del pueblo. Pero deja a criterio del lector los juicios de valor.
La autora consigue entregarnos una obra que ahonda en lo castizo del lenguaje rural, recreándose, lo cual hace amena su lectura. Por otra parte, nos invita a reflexionar sobre esa etapa de la historia. A cuestionarnos si ese modelo de educación ha perdurado en el tiempo. ¿Y si ha arraigado en nuestros genes? ¿Y si la violencia de género es una herencia?