Sobre la Navidad

Artículo de José Marcelo

“¿Dónde está el que ha nacido, el rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella en oriente y venimos adorarlo. […] La estrella que había visto en oriente iba delante de ellos, hasta que fue a posarse sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, experimentaron una grandísima alegría. En­traron en la casa y vieron al niño con María, su madre; se pusieron de rodillas y lo adoraron, abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso, mirra”. 

Este fragmento nos habla de la Epifanía,  pertenece al evangelio de san Mateo, es la fiesta, en la cual se celebra la adoración de Cristo recién nacido; evento que supone la manifestación de Dios hecho humanidad. 

La malagueña Estrella Rodríguez Gallar, autora del libro La Navidad a través del tiempo, nos recuerda que el origen de la Navidad está relacionado con las Saturnales, que eran fiestas en honor al dios Saturno que se realizaban en Roma entre el 17 y el 23 de diciembre. La iglesia católica eligió el 25 de diciembre para celebrar la Navidad, consciente de la importancia que dicha fecha tenía para la religión pagana. Resultaba mucho más sencillo cristianizar estas festividades milenarias y sustituirlas, que hacerlas olvidar radicalmente. En el año 350 dC el papa Julio I fue quien solicitó que la celebración fuera el 25 de diciembre y, finalmente, fue decretado por el papa Liberio en 354 d. C.

En Egipto festejaban el solsticio de invierno el 25 de diciembre, y el aumento de la luz, el 6 de enero, después de los trece días de haberse producido el cambio. La iglesia católica como respuesta elige la misma fecha, el 6 enero, para celebrar la Epifanía, reemplazando el culto al dios-sol pagano por el culto a Jesucristo. Así se explica que, en oriente, se llame santa luz a la festividad de la Epifanía. 

El historiador italiano Franco Cardini nos descubre que los magos eran adivinos y astrólogos de origen caldeo, es decir, del área sirio- mesopotámico, procedente de la tribu Meda, la cual seguía las enseñanzas de Zaratustra. Estos magos poseían el monopolio de los rituales y las prácticas de carácter mágico, adivinatorio y astrológico en el mundo mazdeista persa. En el siglo III dC la iglesia católica les confirió carácter real, para oscurecer su condición de magos, ya que la magia estaba prohibida.

La denominación de las razas de los magos fue posterior. Como se puede observar en el famoso mosaico de Ravena, los tres reyes son blancos. Pero, en el siglo XV, aparecen las tres razas conocidas: los europeos representados por Melchor, los asiáticos por Gaspar y los africanos por Baltasar. De este modo, se trasmitía la universalidad del mensaje de Cristo.

También san Nicolás es un personaje entrañable, cuyo culto cobró fuerza en la Edad Media. Nació en Patara, Lycia, provincia romana de Asía Menor, en torno al año 270 d.C. Fue obispo de Myra (Turquía). Se le conoce por el trato especial que tenía con los niños, porque en Nochebuena les regalaba juguetes, que él mismo había confeccionado.

La fama de san Nicolás se debió, en parte a la literatura, y también a la relación que tuvo con figuras paganas vinculadas al renacimiento vegetal, como era el ‘Padre Invierno’ (Papa Noel) para los escandinavos,  y los gnomos o espíritus de la naturaleza para los celtas. Estos personajes míticos también agasajan a los niños con regalos. 

Los poetas han dejado en la literatura la huella del espíritu de la Navidad. Y co­mo Carl Jung afirmaría: es un espíritu que vive en nuestro inconsciente colectivo. Que nos pide renacer y nos recuerda que somos humanos. Que nos exige luchar a favor de la humanidad y en contra de cualquier acción de exclusión social. Lo triste es que suceda lo que Gandhi dijo: “La naturaleza ofrece bienes para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de unos pocos”.