Sobre 'la tumba de Antígona'

Columna de José Marcelo

“Estoy aquí en las entrañas de las piedras, ahora lo sé, condenada a que nada nazca de mí, virgen era, me trajeron no a la tierra, a las piedras, para que de mí ni viva ni muerta nazca nada. Pero yo aquí estoy delirando, tengo voz, tengo voz…”. Estas frases son pronunciadas por Antígona, desde la tumba en la que ha sido encerrada viva. 

La tumba de Antígona es una adaptación filosófica de María Zambrano, basada en la obra Antígona, que pertenece al dramaturgo, griego, Sófocles. La pensadora nos habla de la trascendencia y significado del personaje principal, Antígona, que es de esos seres atemporales, que traspasa el tiempo para estar presente. Es esta presencia la que a María Zambrano le interesa trasmitir. Nos lo comunica el personaje: “Pero mi historia es sangrienta. Toda. Toda la historia está hecha con sangre, toda la historia es de sangre, y las lágrimas no se ven. El llanto es como el agua, lava y no deja rastro. El tiempo, ¿qué importa? ¿No estoy yo aquí sin tiempo ya, y casi sin sangre, pero en virtud de una historia, enredada en una historia?”.

Si la Antígona de Sófocles ya aporta valores importantes, como ser símbolo de la objeción de conciencia, de la rebeldía y la desobediencia; anteponiendo la ley divina y natural, a las leyes creadas por los hombres. María Zambrano en La tumba de Antígona va más allá, porque su Antígona representa ‘la conciencia humana’, que tiene la cualidad de estar naciendo siempre. Por acto de rebeldía, Antígona es sacrificada y se convierte en ‘la conciencia de la historia humana’. Ejemplo de ello, es cuando la oímos decir: “Pero no te llamaré, muerte, no te llamaré. Seguiré sola con toda la vida, como si hubiera de nacer, como si estuviese naciendo en esta tumba”. Que la muerte la entiende María Zambrano como el despertar de un sueño, que es la vida, para seguir naciendo. 

Antígona como ‘conciencia’ ha de ser virgen y pura, pero la historia humana la ensombrece, la ensucia, y padece todos los males del ser humano: parricidio, guerra fratricida, tiranía del poder… Antígona se pregunta: “Y ahora necesito saber el porqué de tanta monstruosa historia”. Ante tal situación de infortunios, sólo la piedad lo remedia. Antígona es también la piedad, esa piedad que está por encima de las leyes de los hombres. Que por amor se ofrece al sacrificio, esto le conduce a estar entre los muertos. Pero será una ‘conciencia’ que perdurará siempre entre los vivos. Porque su conciencia se hace claridad, y es aurora. Antígona es ‘la aurora de la conciencia’ que nace cada amanecer, para recordarnos nuestro lugar en este mundo; decirnos quiénes somos.                              

Es el amor de Antígona lo que trasciende y penetra en nuestros corazones. Es el amor quien le hace descender a los abismos, a ese infierno de dolor, de soledad y de delirio. Y es esta experiencia de amor la que le hace encontrar ‘su razón de ser’ en la vida, para que la luz ilumine en el corazón humano. Hay que preguntarse: ¿Qué nos enseña Antígona? La respuesta la encontramos si hacemos un acto de reflexión, con una actitud de humildad y manteniendo la mirada interior del corazón.

Los seres humanos somos complejos, en cuanto cometemos las mayores atrocidades. Así como lo contrario: somos capaces de amar, de sentir, de crear belleza. Partiendo del conocimiento de nosotros mismos, Antígona nos enseña a elegir, porque es nuestra conciencia. La conciencia de toda la historia humana.