No hay mayor satisfacción
ni honor que comparársele pueda,
a ser profeta en mi pueblo
y pregonera en sus fiestas.
Subir al escenario nerviosa
con un nudo en la garganta,
colocarme en ese atril
y ver ¡cómo estaba la plaza!
Es un placer y un orgullo
llevar el vino en la sangre
y que al hablar de mi pueblo
los pulmones se me ensanchen.
Nací en Cómpeta y la quiero,
vivo en Cómpeta y me gusta,
y tengo en el campo un rincón
para colocar mi tumba,
donde descansar tranquila
la otra vida que es eterna
allí, donde un día fui feliz
entre olivares y cepas.
Presumir de mis raíces,
llevar a gala mi tierra,
valorar sus tradiciones
y haber sido pregonera,
es sin duda un privilegio
que no lo tiene cualquiera.
No quisiera despertarme
sí lo viviendo es un sueño.
Lo que he sentido esa noche
no se pagan con dinero.
Mi momento terminó
y gratitud es lo que siento,
quiero…
brindar por los que estaban allí
y por los que un día se fueron
a los que dediqué esa noche
mis emociones y el premio.