La belleza de una fuente azul

Miro su fotografía po­sando en un lugar que me es cercano, que suelo visitar de vez en cuando. Está sentado entre los azules y amarillos que embellecen un banco de cerámica que invita a descansar.

Delante de la Casa de la Cultura de Talavera de la Reina, con su barba blanca, su gorra entre las manos y la actitud serena de bohemia sencillez que le caracteriza, el ceramista veleño Pepe Gálvez descansa en la vistosa cerámica que adorna la ciudad hermosa donde recientemente ha ganado el segundo premio en la Bienal Internacional de Cerámica. La obra premiada, ‘Rosetón para fuente’, es una preciosa pieza con un brillante entramado de arabescos azules que abrazan al grifito dorado que la convertirá en una cantarina fuente. Pepe Gálvez es un artista nato que desde siempre soñó con ser alfarero;  a fuerza de trabajar el barro con entusiasmo y estudiar después en San Telmo, se ha consolidado como uno de los mejores ceramistas del momento.

Suelo mirarme en unos coquetos espejitos que llevan su firma. También me saluda cada día en mi comedor la menina con cuerpo de hierro y pelo de aluminio que me mira y me habla aunque no tiene ojos ni voz. Ella reposa, con sus brazos al aire y su falda ancha, en un rincón adornado por pinceles de artistas veleños, donde los olivares, tan hermosamente pintados, le prestan a ella, y a mí, su colorista y frondosa paz. Ganar el segundo premio en la Bienal de Talavera de la Reina, donde hasta el aire huele a cerámica, es un hecho relevante. Con cinco siglos de tradición, la cerámica de Talavera fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Su loza, sus azulejos, los objetos de decoración con cerámica artesanal, hacen de Talavera un templo de la cerámica. Pasear por sus calles y plazas, o por sus preciosos  Jardines del Prado, entre bancos y fuentes decoradas por sus famosas cerámicas, es un recreo para la vista.

Recuerdo siempre los platos, las fuentes, los jarrones tan vistosos, tan peculiares, que adornaban las casas de mis padres, de mis abuelos, de mis tíos... La cerámica de la ciudad toledana,  junto a la del Puente del Arzobispo, estaba en todas partes: en la cocina, en el comedor, en los balcones... , y recuerdo, especialmente, una jarra ancha con asa de tirabuzón  y motivos de caza en colores amarillos y azules que mi madre usaba de aceitera; redonda, vistosa, con la solera del barro artesano y del tiempo, llenaba ella sola un rincón de la cocina. El tiempo la fue envejeciendo y un día se rompió el asa de tanto usarla, pero aún la conservo, ya sin aceite, en un lugar preferente en mi cocina. Mirarla me devuelve el aroma de aquel aceite intenso, oloroso y familiar en un tiempo lejano donde la ciudad toledana, cercana a mi pueblo, era el lugar que visitábamos con frecuencia para traernos, como en la famosa zarzuela, “mercancías de Lagartera y  de Talavera”.

Pepe Gálvez es un reconocido alfarero veleño, artista polifacético que nos tiene acostumbrados a su buen hacer: palomas, espejos, meninas, ángeles sin alas, azulejos, camaleones que se aferran al paisaje veleño... Talavera de la Reina ha premiado, por unanimidad del jurado, su maravilloso ‘Rosetón para fuente’, una belleza azul trabajada con mimo y muy buen gusto, que alegrará la vista de quien lo mire. Lo imagino ‘sonando’ en el silencio verde de un jardín cualquiera, adornando con  su brillante entramado el chorrito de agua cantarina que manará de tan hermosa obra, creada por las manos geniales de este alfarero veleño, imaginativo, soñador, maestro indiscutible y una excelente persona. 

Quién pudiera sentarse junto a esa fuentecita hermosa; quién pudiera perderse en el laberinto de sus arabescos  y soñar  al son acompasado de su agua cantarina.

Quién pudiera llenarse los ojos con la brillante belleza de esa fuente azul.