lunes, 16 de septiembre de 2024 20:11h.

Precaución, amigo conductor

No sé si has reflexionado alguna vez sobre el paralelismo que existe entre el vivir y el conducir. Yo lo he hecho, me gusta observar y compartir mis reflexiones, como esta que hacía el otro día mientras atravesaba la M-30 a golpe de atasco y caravana.

Vivir es, a menudo, como el conducir, porque hay que saber escoger el destino, la ruta, la mejor carretera o, al menos, el camino más seguro para evitar percances. En el viaje de la vida es vital escoger un buen copiloto, uno que te acompañe sin quejarse demasiado, sin regañarte cuando se te olvida dar al intermitente, que te ayude a llegar, a interpretar mapas y hasta a cambiar una rueda, que te haga agradable el trayecto y que, a poder ser, no ronque, por si se duerme mientras tú conduces. Si, además, comparte tus gustos musicales…, siéntete afortunado.

Para conducir y para vivir hay reglas, normas que tienes que aprender, pero la teoría no es suficiente, es imprescindible coger el volante. El movimiento se aprende andando y es la práctica la que te enseña que, si pisas el acelerador más de la cuenta, pierdes el control, y a ser cauto cuando hay curvas o baches en tu camino. También la experiencia te enseña a no ser brusco y pasarte de frenada, que a veces lo mejor es ir reduciendo poco a poco para evitar sobresaltos y daños por el impacto. Aprendemos en el coche, y en la vida, que todo lo que hacemos tiene consecuencias, a veces no deseadas, y que ante un stop, nos guste o no, hay que parar. Que ante un ceda el paso o un paso de peatones, la prioridad son los otros, nunca uno mismo. 

Importante saber cual es tu sitio: si vas despacio, el carril derecho; si adelantas, el izquierdo. Estoy convencida de que si no sabes cuál es tu lugar en esta vida, siempre estás mal ubicado, ocupando un espacio que quizá corresponde a otro, o que, al menos, no es el tuyo. Eso, dicen, es saber estar.

Lo de viajar sin luces, en sentido metafórico, es vivir a tientas y sin acierto, y lo de prestar atención a la carretera es, lo que a la mente el mindfulness: vivir centrados en el aquí y el ahora. Dar marcha atrás…, siempre complicado. Encontrar un buen aparcamiento, un lugar seguro donde parar y estar sin temor a daños…¡Eso no tiene precio!

Me gusta viajar, conducir y vivir y hacerlo con responsabilidad, con la mejor compañía, disfrutando del paisaje, de la ruta, con alegría siempre, sin vociferar a otros conductores ni maldecir al que inventó el semáforo. 

En fin… No siempre es fácil. Con­duciendo y viviendo, como cantaba Perlita de Huelva a finales de los 60: ¡Precaución, amigo conductor!, la senda es peligrosa. ¡Le deseo, de corazón, buena suerte y buen viaje. Y vaya en gracia de Dios!