Sumando voy, sumando vengo

Hoy me levanté temprano, no tuve que tomarme ninguna pastilla, no tenía migraña y los huesos no crujieron demasiado ¡A estas alturas, uno se vuelve tan crocante!

Me sentí feliz y pensé en lo absurdos que somos al buscar la felicidad con tanta insistencia y tan altas expectativas, su fórmula, sus ingredientes... como si fuera una de esas pócimas que se enseñan en Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería a los aprendices de magos. Dicen, los que entienden de esto, que la felicidad es un estado de ánimo algo totalmente subjetivo.

¿Y no crees que la felicidad se va nutriendo de muchas pequeñas cosas que te van haciendo sentir bien? ¿Acaso no es parte de tu felicidad no tener que parar en una farmacia a comprar medicinas, o poder ir al super a comprar la comida que necesitas? ¿Y ver cómo tus hijos tienen sus necesidades cubiertas y son buenas personas, que, han luchado, luchan y lucharán por abrirse su propio camino?

Quitarte los zapatos que te aprietan, desabrocharte el botón del pantalón cuando te ahoga y la alegría de saber que la factura del taller no es tan sangrante como temías. La llegada del autobús, justo cuando empezaba a llover, el resultado de esa resonancia que dice que todo está bien o saber que se ha retrasado esa reunión a la que no llegabas y que era tan importante para ti. 

Son muchos los momentos en los que creo que somos felices, sin saberlo. Cuando compartes con la familia y amigos, esa comida, esa tertulia; cuando te llega la llamada de alguien que te importa y a quien le importas, al oler ese primer café de las mañanas, o cuando la brisa y el fresquito alivian tu calor, y la estufa y la mantita te envuelven mientras llueve y hace frío. Cuando mi perro me ladra con alegría al llegar a casa o al ver que el ficus del salón ha sobrevivido a mis vacaciones de verano. Ese bizcocho de mi madre, y ese abrazo que tanto necesitas a veces. Andar por la playa y oír el rugir de las olas, observar el vuelo de esas gaviotas en la orilla. Un huevo frito con patatas, un buen vino, una excursión por el campo… y una buena siesta cuando el sueño te vence.

¿No forma parte de tu felicidad el poder disfrutar de la música, del arte o de un buen libro, y poder bailar y cantar si te apetece, ver una buena película o una de las series turcas que tanto te acompañan; una canción, un olor… los primeros pasos de tus hijos o la llegada de los nietos?

Felicidad y agradecimiento también, por haber nacido en un país en situación de paz, en el que mis derechos esenciales no están constantemente en peligro y porque el ruido que tanto nos molesta es el de los fuegos artificiales de la feria de mi pueblo o el de los aviones del show aéreo del verano, y no es el de las bombas, los tiroteos, las sirenas de bomberos y ambulancias, que aterrorizan a diario a millones de personas.

No tengo la fórmula de la felicidad, pero quizá la operación matemática más apropiada para encontrarla sea la suma, sí, sumar cada noche, al ir a la cama, todos esos momentos que a lo largo del día nos han hecho sonreír, respirar y sentirnos bien. No sé si seremos más felices con esto, pero seguro que dormimos mejor. En fin…algo es algo y todo suma. ¿No crees?