Mala conciencia

Este mundo alberga otros muchos. Como muñeca rusa, basta desenroscar un poco para  toparte con otra realidad que aunque parezca la misma, no lo es. 

Pasa que, a veces, sumergidos de lleno en nuestro día a día, somos incapaces de percibirlo, aunque por el rabillo del ojo, la visión oblicua, nos presente destellos y oscuridades de esos otros mundos.

Leer un libro de relatos es como tener a mano una matrioska en la que las historias que aparecen en su interior están compuestas por pequeños resplandores, brillos y opacidades de esto que llamamos realidad. 

Hoy tengo entre mis manos Mala conciencia, de Carlos Pérez Torres, escritor malagueño, al que conocí hace años, cuando su amor por la docencia y la literatura le llevaba a visitar las bibliotecas de Málaga con sus alumnos, siempre alentándolos a la lectura, a la escritura, a la poesía.  

Mala conciencia es el primero de los relatos y el que le da título al libro. La trama tiene como escenario Corumbela, allá hacia finales de los sesenta. En este pueblo, Carlos nos sumergirá en un clima de sofoco y tensión provocado por el oscurantismo, la malevolencia, la ignorancia, y gravitándolo todo, la pulsión sexual del personaje principal que actúa como “tumor interno” que va devorándolo. Un relato duro, como dura es la labor de la tierra y como dura era la oscuridad de la época. Pero si en este relato el autor se adentra en la espesura, en las entrañas de los personajes de manera tan vívida; en otros, a lo que asistimos es a un juego de seducción en el que se deja la puerta abierta al protagonismo del lector para que sea éste quien dirima el final o el secreto que el relato esconde. Este es el caso de Bendito azar.

Una tras otra, cada historia nos hace visitar mundos diferentes, situaciones en las que los protagonistas buscan con ahínco algo que creen les falta o puede faltarles, como pueden ser las verdades no dichas, posibles secretos familiares, antiguos y grandes amores relegados al olvido, pero también la obsesión, la locura, la torpeza provocada por rumores a los que damos oídos y que pueden llegar a frustrar, quizás, ese encuentro amoroso que se busca. 

Mala conciencia  es una obra poliédrica en la que están presentes los sentimientos, pero también el humor, la sexualidad, la ironía, la crítica social y la propia literatura, porque sobrevolando el conjunto de relatos están las alusiones explícitas a recursos literarios, la pasión por los libros, los juegos de palabras o el oficio de escritor.

El libro se cierra con la novela Secretos de una primavera, donde asistiremos al devenir cotidiano de una familia que se verá gravemente alterado por el amor, o por lo que  sus personajes creen que es el amor. 

Hay veces que tras una sonrisa amable, se esconde algo terrible. La violencia, la fiereza, puede llamar a la puerta de cualquiera, o puede que abramos esa puerta de manera inconsciente, casi a ciegas, o cegados por los brillos del espejismo que hemos creado. Entonces, cuando eso pasa, cuando alguien nos vuelve la vida del revés, cuando el horror se presenta con la máscara de persona, es cuando nos preguntamos si la conciencia es algo inherente a todo ser humano, o acaso, junto a nosotros, con apariencia de hombres y mujeres, como decía Joseph Roth, estén caminando sombras.