Hacia la interculturalidad
El profesor de filosofía del lenguaje e historiador Tzvetan Todorov, autor del libro El miedo a los barbaros, nos habla de las identidades culturales y de la importancia social y política que tiene la relación humana.
Argumenta que como ser humano nacemos en el seno no sólo de la naturaleza, sino también en una cultura. La lengua que aprendemos, y que tiene un legado del pasado, conforma esa ‘cultura esencial y básica’ en la que se injertan los saberes de los diferentes ámbitos: el arte, la ciencia, la religión y la filosofía... Pero somos partícipes también de identidades culturales como es el lugar donde nacemos y la comunidad a la que pertenecemos: ser español y europeo... Por lo tanto, todo individuo es pluricultural, ya que las culturas no son islas monolíticas, sino aluviones que se entrecruzan. La identidad individual procede del encuentro de múltiples identidades colectivas; y éstas forman el ser único que somos.
Las funciones de la cultura son: servir de vínculo para la comunidad que la comparte; proporcionar la las formas que todo individuo necesita para construir su personalidad; desempeñar el papel de compresión del mundo. Hay que ser consciente que surge del reconocimiento de los otros, dado que lo interhumano precede y fundamenta lo humano.
Toda cultura es mixta y cambiante. Pero los miembros que formamos parte de ella, la vemos como una entidad estable y diferenciada. Por esta razón, sentimos que todo cambio que afecta a nuestra cultura es un atentado contra nuestra integridad. Pero es una visión errónea, porque es preciso dejar atrás la oposición estéril entre el individuo que vive fuera de su cultura y tiene una actitud intercultural, y la del otro, la del individuo que vive encerrado en su comunidad cultural de por vida. El problema reside en ‘ideologías nacionalistas’ que atentan contra las minorías étnicas y las migraciones, y su política consiste en colocarlos ante la brutal elección de asimilación o expulsión. Si se quedan, se arriesgan a sufrir discriminaciones diversas, a que les impongan desigualdades legales y el ‘aparheid’. De manera extrema se producen guerras entre distintas culturas; disputando el territorio que ocupan.
Es triste ver en los medios como ‘el nacionalismo’ resurge con partidos de políticas extremistas que rechazan frontalmente las migraciones. Para solventar el problema es necesario legislar medidas sociopolíticas globales que estén encaminadas a la integración y a la interculturalidad. Cuyo horizonte nos proporciona la compresión del mundo, de que existimos y que pertenecemos a un planeta con derecho a vivir en cualquier lugar. Con una visión universal que derriba toda clase de fronteras y defienda los auténticos valores: el régimen democrático, el sufragio universal, el Estado de derecho, la separación de lo político respecto de lo religioso, la protección de las minorías, la libertad de buscar la verdad como de aspirar a la felicidad... Valores humanos con vocación de universalidad.