Cuando le edité su primer libro a Margarita García-Galán, A la orilla de una higuera, cuando repasaba, releía y me dejaba arrastrar por ese aroma poético que desprendía su prosa, evoqué el germen de todo: aquella carta que envió a El Avance, donde yo era jefe de Opinión, en la que preguntaba si su columna tendría cabida en el periódico.

Mi respuesta fue afirmativa, y por varias razones. La primera era que escribía muy bien; su artículo tenía ritmo, musicalidad y sus palabras danzaban ante los ojos del lector. 

La segunda era que, una vez roto el corsé localista, Margarita dio rienda suelta al torrente de emociones que guardaba en su alma. Se puede decir que sacó lo mejor de ella misma, de sus circunstancias, de su vida y de lo que le afectaba, de una manera u otra.

No hubo una tercera razón. No fue necesaria. El resto ya es historia. Margarita embelleció y dignificó desde entonces esos periódicos que yo dirigía y ella coloreaba con sus artículos.

Llegaron más columnas, más libros y más periódicos, y la prosa de Margarita fue creciendo y madurando a su vez hasta dominar todo un abanico de emociones.

Su literatura puede ser triste o alegre, profunda o cercana, colorida, cantarina o sentimental, capaz de tocar todas las teclas del alma humana, porque eso es -y así debe ser- la literatura, algo capaz de emocionarnos, de hacernos pensar, de arrancarnos lágrimas, de hacernos sentir, de cogernos de la mano y llevarnos por caminos a veces ás­peros, a veces tiernos, siempre fascinantes, porque si no, no será literatura. Las altas letras no buscan entretenernos ni divertirnos de un modo banal, sino invitarnos a navegar entre sus páginas siendo compañeros de viaje de los protagonistas.

La prosa poética de Margarita ha transitado por el dolor, la nostalgia, la naturaleza, la empatía, la alegría, el amor. Leer a Margarita es hacerlo absorbiendo sus latidos, sintiendo el tintineo de algo que remueve tus entrañas con una sensibilidad exquisita.

Este libro que hoy presenta, es el fruto de un largo y provechoso viaje. A su lado ha tenido a sus amigos, a su familia y, sobre todo, a un señor con barba que la apoya incondicionalmente. En ese apoyo radica el lirismo que tantas veces nos hipnotiza, porque logra que cualquier tema que emprenda profundice en nuestras entrañas.

Umbral decía que escribir es la manera más profunda de leer la vida, y tenía razón, como la tenía cuando afirmaba que es la propia lengua la que elige a unos cuantos para expresarse. A veces, la literatura de Margarita nos proporciona un rato de sosiego, de evasión y optimismo; otras nos conduce a los recovecos oscuros que presenta la vida, pero siempre lo hace con el corazón en la mano y las puertas del alma abiertas de par en par, y así tendremos en este libro, como en cada edición del NOTICIAS 24, la oportunidad de ser, de sentir y de disfrutar, una vez más, de la obra de una escritora inigualable.