¿Te has infectado ya?
Después de lo visto y lo vivido en Valencia, de los daños que ha provocado la dana en esta zona y de las pérdidas que están padeciendo nuestros vecinos del Levante, la palabra solidaridad es una de las más usadas sin duda por todos nosotros en estos días.
Hay muchas otras palabras, dolorosas sin duda, que están en boca de todos: “desolación” “impotencia”, “injusticia”, “rabia”, “pena”,” dolor”, “muerte” o “ruina”.
También estamos oyendo hasta la saciedad todo un repertorio de adjetivos utilizados para describir la “incompetencia”, la “irresponsabilidad” e ¡incapacidad!, la “falta de empatía y de valores”…de los responsables de evitar la dimensión final de esta tragedia.
Desde la política, la humanidad, la lógica o la emoción, apelamos diariamente a la solidaridad y de entre todas esas palabras que parece se vacían de tanto pronunciarlas, me resuena muy bonito oír hablar de esa solidaridad por lo que significa, por lo que evoca…y por lo que se diferencia de la caridad, o de lo que ha podido ser una caridad mal entendida, una acción que se basaba en dar: dinero, limosna, ropa, cobijo o comida, un ayudar de arriba abajo, del que tiene al que carece, del afortunado al desgraciado.
Quizá sea solo mi apreciación, pero me gusta pensar que la solidaridad no solo es una palabra más moderna, una versión mejorada de ese “ser caritativo”.
Porque además de ser generoso, bondadoso y desprendido, la solidaridad nos pide un compromiso, que seamos compañeros, que empaticemos sin juzgar, que ayudemos al prójimo tratándolo como un igual, con el respeto y la humildad del que sabe que quizás mañana pueda estar en el lugar de ese otro, en la casa inundada, en el coche arrastrado corriente abajo, en la agonía de la búsqueda de un familiar…y que precisamente en ese momento será cuando uno pueda necesitar de la solidaridad del otro.
Porque la tragedia, la mala fortuna o el dolor nos iguala a todos y solo desde la solidaridad la ayuda puede convivir con la dignidad, con la colaboración y la unión con otros a los que queremos ayudar a superar el drama que les haya tocado vivir.
Desde la solidaridad se ofrece un hombro, una mano o un oído igual que se ofrece un camión que achique agua, y se donan muebles, ropa o dinero, pero también se cuida el medio ambiente, se recicla, no se ensucian nuestros mares y se atiende a los mayores, a los discapacitados.
Desde la solidaridad somos voluntarios para la donación de alimentos, de órganos y sangre o de sonrisas para niños hospitalizados.
Somos solidarios cuando colaboramos con una ONG, o apoyamos la igualdad, los derechos humanos y condenamos la discriminación racial, sexual o religiosa.
Si, la solidaridad me gusta, es una virtud que nos hace más humanos, pero además es contagiosa, ten cuidado con la solidaridad …. ¡Nos infecta de amor por los otros!