Trasladar al fraile

El fraile veleño más famoso de nuestra tierra, y que alcanzara la más alta dignidad religiosa en nuestro país, fue el capuchino Manuel José Benito de An­guita y Téllez, conocido en religión por Fray Rafael de Vélez, nacido en 1777 y muerto en 1850, tras 34 años de episcopado y 73 de vida.

El culmen de su vida religiosa fue su nombramiento como arzobispo de Santiago de Compostela el 12 de octubre de 1824, cargo que conservó hasta su muerte. 

En los años setenta del pasado siglo XX, en Vélez-Málaga, cuando se construyó el barrio La Lonja de Capuchinos, tratando de ensalzar la figura de este prócer local se le pidió a la constructora que donara una escultura que rememorara para la posteridad a los veleños y visitantes la cuna del ilustre religioso. Y así se hizo, pero con tan mala suerte que, por un error difícil de destramar, se confundió el hábito del fraile representado y la efigie que se ubicó a la consideración pública fue un fraile de la orden de San Juan de Dios, en lugar de un fraile capuchino.

Han pasado los años, y aunque el mundo de la cultura local ha insistido en distintos momentos con charlas, prensa, y algún libro, sobre el entuerto, la verdad es que no se ha dado solución al tema y en la actualidad sigue confundiéndose a los vecinos y transeúntes con la escultura expuesta.
Ahora, en el Barrio del Pilar, con la pla­za de San Juan de Dios en obras, se­ría el momento de que el fallido mo­numento al capuchino Fray Rafael de Vélez, ubicado en la placita de la ca­lle de su mismo nombre, se traslade a la nueva plaza, dado que es a un fraile de esa orden lo que representa. 

Las generaciones venideras se van a educar con gestos y símbolos, y, en cualquier caso, sería bueno solucionar el entuerto de tener representado al capuchino más famoso de Vélez-Má­laga, Fray Rafael de Vélez, con una es­cultura de un fraile equivocado, con lo que ello supone de mala imagen de la ciudad ante visitantes y estudiosos. Al Barrio del Pilar, a su plaza, le embellecería mucho la excelente es­cul­tu­ra de San Juan de Dios que hiciera el escultor Emilio Laiz Campos, en los años setenta, ahora en la Plaza Fray Ra­fael de Vélez. Ello daría una so­lución buena para la interpretación acertada de las generaciones venideras.

La pregunta del millón sería: ¿y qué pa­saría en tal caso con la memoria de Fray Rafael de Vélez, verdadera gloria local y uno de los personajes que más han popularizado el nombre de Vélez en todo el país? Bueno, pues, en algún  mo­mento, la ciudad le podrá dedicar otra escultura más afortunada y acor­de con su importancia y manifiesto valor histórico. (Afortunadamente, no faltan escultores capacitados en nuestra tierra para hacerla, ni imágenes certeras para su realización). 

Y es verdad que se podría intentar crear una comisión promonumento y re­caudar fondos para hacerle una nueva escultura, y que no fuese la ciudad quien corriera con los gastos. Lo ma­lo es que, si se trata de una comisión promonumento quien se encargue del trabajo y la economía, pudiera volver a ocurrir que, años después, se pier­da el monumento “al no ser muni­ci­pal”, como ocurrió con la estatua de An­tonio de Vélez, que se ubicó en el Par­que de Andalucía el 15 de julio de 1984, y que, tras la posterior remodelación del parque, desapareció misteriosamente. (Afortunadamente va­­­­­­­rios años después reapareció y se reubicó).

¿Trasladamos al fraile? La medida sería oportuna, acertada y justa, y con escasísimo costo y esfuerzo. El error de hace medio siglo atrás seria corregido y daría muestras de sensibilidad histórica y cultural por la corporación actual.