A Julio Marín (1948-2012) ‘in memoriam’

Al rehacer los recuerdos y personales vivencias en Torre del Mar, y su aportación a la pintura en el municipio, no he de olvidar un trípode de colectivas aportaciones, entre las que están nuestro hoy ausente en el tiempo y presente en el recuerdo: don Julio Marín Ramos.

Fueron libros-catálogos de esmeradas ediciones, para consultar y más saber acerca de las Bellas Artes en la comarca de la Axarquía y, asimismo, más allá de sus límites...
En memoria y recuerdo de Julio Marín, he elegido ‘El arte ausente’, siéndome de guía principal escritos varios de Delgado Bonilla, José Antonio Fortes, Francisco Gálvez y Antonio Jiménez, que escribieron en el catálogo de esta exposición.

Desde Carmen Jiménez, la inolvidable dama, esposa de Martín Galán, hasta el holandés Albert Zwijsen, se escriben en portada, quienes posteriormente aparecen en luminosas páginas, precedidas de textos más o menos extensos, envueltos en artísticas coordenadas donde la objetividad está bien definida, excluyendo referencias y partidismos. Nos puede servir de ejemplo:

Julio Marín Ramos, de quien iniciamos ahora su ‘In memoriam’, nace en Torre del Mar en 1948, por aquel entonces racimo de casas de pescadores junto a la mar, y una carretera en su leve y breve travesía. El niño Julio recogió conchas, levantó castillos de arena y con sus propias manos excavó hoyos múltiples que intentaría llenar el ingente caudal de olas y espumas blancas, como haría más tarde en sus lienzos. También correría por la arena, unas veces hacia la seguridad de los brazos familiares, y otras directamente al rompeolas... Todo ello encajaría, al menos en parte, con unos breves versos de Vicente Aleixandre:

“La gran playa marina, no abanico, ni rosa, / Ni vara de nerdo, sino concha de nácar / Irisado que se extendía vibrante / Poblada de aves de intocable blancura”.

La pág. 78 del catálogo, dice así al nominar a Julio:
“(...) Desde su atalaya privilegiada, estudia los amaneceres y ocasos del mar, y los plasma en lienzos de colores impactantes...”.

En la siguiente página, una pintura seleccionada con excelente criterio, donde hay tres planos concretamente definidos: horizonte, mar y barcas, delimitada la orilla por rocas bañadas de sal y espumas...

Apropiada obra para acompañar con poético texto, versos de un poema del inolvidable malagueño de la Generación del 27, Manuel Altolaguirre, dedicado a Federico García Lorca en 1926:
‘Playa’
“Las barcas de dos en dos, / Como sandalias del viento / Puestas a sercar al sol. / Y más allá pescadores / Tirando de las maromas, / Amarillas y salobres”.

Julio, asimismo, en su atalaya provilegiada, pudo respirar la sal de la mar cercana... Hay quienes lo recuerdan en playas de arena casi desiertas y de abundante oleaje, plasmar su personal estilo en lienzos marinos que afortunadamente permanecen también para evocar su memoria...

Después del pictórico quehacer para no llegar tarde a su atalaya sin marchitar la rosa de los vientos, iba desde el centro de La Torre sin olvidar la orientación de su histórico Faro, hasta su vivienda rodeada de campos.

Antonio Segovia Lobillo, en su Historia del Arte en Vélez-Málaga, lo define así: “Julio Marín, pintor imaginativo e inquieto, desde su cortijo-estudio frente al mar, capta para sus lienzos amaneceres y ponientes del litoral torreño con formas y colores de su personal estilo”.

Nunca estaba solo, aunque alguna vez se encontrase aislado. A los artistas, le acompañan siempre imágenes que rodean su mente, y quieren hacer realidad lo antes posible, para ser contemplada por un público deseoso de saber las emociones que conlleva el arte...

Asimismo, por la sensibilidad con la que transmiten imágenes, que pueden ser más o menos realistas, para que nadie quede indiferente ante ellas.

Voy a terminar esta evocación-homenaje a Julio Marín Ramos con el pome que dedicara el escritor y periodista Pedro de Lorenzo, al recuerdo de Pablo, artista y poeta. Le sirvió de guía el cap. 9, vers. 50 del Evangelio de San Marcos. Contiene marítimas referencias.
‘La sal perdida’
“No se saborean ya bien / La luz, el viento y la mañana. / Saben menos el trigo y la manzana, / Y las gaviotas vuelan breves / En la cercana mar y su ribera. / Madre del mar y de la gracia, la sal perdida... / Hace insípida la brisa, / Oscura la palabra / neutra la sonrisa, / Los labios mudos / la mirada huida, / Desabrido el amor y la amistad esquiva”.