La cuesta de enero

Recién comenzado el nuevo año y ter­­minadas las vacaciones de Na­vidad y Reyes, estamos intentando subir la famosa cuesta de enero, más conocida pero tan empinada como la de septiembre. 

Este primer mes del año toma su nombre del dios Jano, que era el protector de puertas y entradas y se representaba con dos caras: el espíritu de las puertas y del principio y el final (la mirada hacia el pasado y hacia el futuro). 

La cuesta de enero les va a parecer a muchos, más que una cuesta, la subida al Tourmalet, el mítico paso de montaña de los Pirineos franceses, uno de los más duros del Tour de Francia. Después de la temporada navideña, donde la cultura española parece que obliga a realizar un desembolso algunas veces desmedido, con campañas de publicidad salvajes alentando al consumo, los precios y la inflación no solo se mantienen altos, sino que con la bajada significativa de nuestras arcas tras un final de año en el que parecía que para muchos no había un mañana, nos va a ser difícil equilibrar nuestras cuentas.

El Año Nuevo suele ser la fecha que marcamos en el calendario para empezar a cumplir los propósitos que nos proponemos en los diferentes aspectos de nuestra vida. Junto a los más frecuentes, como cambiar algunos hábitos de vida, ir al gimnasio, hacer dieta, dejar de fumar o leer un mayor número de libros, también existen aquellos relacionados con la economía, como intentar incrementar nuestros ahorros, controlar mejor los gastos, etc.  

En relación con estos últimos propósitos, en enero se dan una serie de factores que pueden influir en que no nos resulte tan fácil alcanzar nuestros objetivos financieros a corto plazo. Cuidado.

En cualquier caso, la expresión que da título a este artículo, compara la dificultad de subir una pendiente (cuesta) con la de gestionar mejor la economía y nuestra vida a partir del primer mes del año. Si la subida de precios y el excesivo gasto realizado en navidades no fueran suficiente, tenemos que añadir la conflictividad política (que hace que nuestros políticos se dediquen más a pelearse que a intentar conseguir que mejore nuestra vida), la falta de lluvias (que puede convertirse en un arma mortal para nuestro bienestar y desarrollo), la conflictividad mundial, que también nos afecta, con una guerra enquistada en el oriente europeo, que amenaza con seguir produciendo dolor y desdicha, tanto dentro como fuera del escenario bélico y el conflicto entre Israel y el grupo terrorista Hamás, que está consiguiendo (tras la barbarie de estos últimos el pasado 7 de octubre) que muchos palestinos inocentes paguen con una gran desdicha e, incluso, con su vida, los desmanes de unos y otros.

En nuestro país, se ha puesto en marcha la nueva legislatura política con más sombras que luces y con un enfrentamiento enquistado entre el gobierno y sus socios de investidura y los partidos de derecha y ultraderecha. Y así seguimos, alimentando el enfrentamiento, fomentando la discordia y levantando muros ideológicos, morales y éticos que nos alejan de la concordia, el acuerdo y la lucha por el interés general. Parece que no escarmentamos.

En nuestra tierra, ya consolidado el seminuevo equipo de gobierno, empiezan a arrancar algunos proyectos, pero muchos echan de menos el anunciado cambio que iba a llegar tras las últimas elecciones municipales celebradas en mayo de 2023, al menos en lo que se refiere a la participación ciudadana, transparencia, bajada de impuestos, construcción de viviendas de VPO, revitalización del centro histórico, recuperación del tranvía, etc. Algunos pasos se han dado, pero hay quienes temen que se imponga la forma al fondo, la mercadotecnia política a las acciones concretas, la continua presencia de los concejales (sobre todo del equipo de gobierno) en las redes sociales, diciendo todas las cosas que hacen y los lugares que visitan, eso sí, siempre con la correspondiente foto, etc.

Por el contrario, se sigue sin vislumbrar claramente la solución a algunos problemas endémicos que lastran nuestro progreso y que, con el paso del tiempo, parece que nos van a tener atados y no consigamos despegar definitivamente como municipio, cosa que merecemos por entidad y por nuestra historia.

Bueno, parece que las cosas están regular, lo que no ayuda a que subamos la dichosa cuesta en buenas condiciones, no solo económicas, sino también emocionales, afectivas y sociopolíticas. Pero no desesperemos, antes o después llegaremos a la llanura que nos permita seguir avanzando. Si todos intentamos hacer nuestro trabajo, o lo que nos toca, de la mejor manera posible, seguro que no habrá cuesta que no podamos superar.