Presidente del Gobierno
Hace ya algún tiempo, en la anterior legislatura, le pregunté a mi hijo adolescente qué quería seguir estudiando una vez acabara el bachillerato, es decir, qué quería ser de mayor. Me dijo, sin pensarlo y con total decisión: “Yo quiero ser presidente del Gobierno”. La verdad es que me sorprendió bastante su respuesta y también me hizo cierta gracia, porque el modelo de entonces, al igual que casi todos sus colegas de profesión, no era, precisamente, un dechado de virtudes.
En nuestra sociedad existen personas y personajes que, por un motivo u otro, se convierten en arquetipos, en ejemplos que inspiran o motivan, sobre todo a los más jóvenes, a querer seguir sus pasos. Todos recordaremos que cuando éramos niños, queríamos ser o parecernos a nuestro futbolista preferido, la cantante que nos gustaba, el presentador de televisión de un concurso de gran audiencia e, incluso, ese torero que era muy famoso y salía en las revistas de sociedad.
En mi caso, tras unos momentos iniciales en mi niñez de querer aspirar a ser futbolista del Real Madrid o astronauta, una vez llegada la adolescencia en la que ahora está mi hijo, siempre quise ser, aparte de un famoso músico de rock, maestro.
Y eso se debió, sin duda, a que muchos de mis maestros y profesores fueron para mí un referente, un modelo a seguir y pensaba que su trabajo era fundamental y de los más importantes que se podían hacer. Ellos moldearon mi carácter, me abrieron caminos, me inculcaron la disciplina y la solidaridad necesarias con toda la dignidad del mundo a pesar de sus no muy boyantes condiciones de trabajo. Me parecían, en definitiva, seres muy respetables.
Volviendo a mi pimpollo, imagino que no sabrá cuáles son los requisitos que la ley establece para ser presidente del Gobierno. No sé si piensa que lo normal sería saber idiomas, tener una trayectoria profesional y de servicio a la sociedad, conocer la historia de nuestro país y algo de geopolítica internacional, tener fundamentos de economía, filosofía, literatura y otras manifestaciones culturales, unos principios éticos asentados, un espíritu mediador y de diálogo, etc.
Creo que mi hijo se imagina que cualquiera puede llegar a ser presidente porque, visto lo visto, no le parece que sea muy difícil conseguirlo. De hecho, los únicos requisitos que establece la ley son: ser español, mayor de edad, disfrutar de los derechos de sufragio activo y pasivo, así como no estar inhabilitado para ejercer empleo o cargo público por sentencia judicial firme.
Por lo demás, sabiendo de la ironía y el fino humor que mi chaval atesora, y que cuando dice algo en realidad quiere decir otra cosa, creo se refería a que parece que, efectivamente, no son las cualidades anteriores las que se le exigen a una persona para presidir el gobierno de la nación, sino otras tales como no ser especialmente brillante o que no te guste demasiado trabajar, ya que no tiene ni que conducir: ¡tiene hasta chófer! Por supuesto, y mi hijo eso todavía no lo sabe, para llegar a presidente deberá ser un depredador natural en el partido que milite o el señalado por el anterior líder para serlo.
En estos momentos de grave crisis económica, parece que algunos puedan pensar en unas salidas laborables asequibles tales como participar en un reality show televisivo o meterse en política. Concursar en Gran Hermano tiene el inconveniente de que lo más probable es que el sueldo sólo te dure un puñado de meses, mientras que la carrera política puede ser algo más prolongada en el tiempo. No son pocos los casos de políticos que apenas han dado un palo al agua y se mantienen en política haciendo lo que haga falta, al margen de su verdadera función, que es la de servir a quienes presuntamente representan.
Por ello, le digo a mi hijo que, independientemente de querer estar en una posición de poder, o en el escalón más alto de la política, el amor a tu país y querer servirlo genuinamente es lo que conformará a un buen presidente: íntegro y patriota. El líder de un país debe contar con las cualidades específicas apuntadas y otras que lo diferencien del resto de sus contrincantes y con un nivel de preparación e inteligencia por encima de la media. Una persona, como siempre digo, formada, leída y viajada, con capacidad de análisis, considerando que es el líder de un país entero y sus decisiones nos afectan a todos. Y ahora, la pregunta: ¿Identifican ustedes a alguno de nuestros presidentes -presente, pasados o probables- con esas cualidades?
Mientras no redefinamos de una manera auténticamente democrática el actual sistema político y establezcamos unos requisitos acordes a los distintos cargos, como tenemos que cumplir el resto de ciudadanos en nuestros trabajos y profesiones, no seremos una democracia solvente. Los políticos actuales lo saben, por eso no hacen nada por cambiarlo. Yo me lo guiso, yo me lo como, que diría Juan Palomo.
Por eso, trataré de convencer a mi hijo de que elija otra profesión y se prepare para ello. A partir de ahí, podrá ser presidente del Gobierno o lo que quiera.