Sexalescentes

Cuando era un mozalbete y empezaba a hacer mis primeros pinitos laborales como disc-jockey en un gran hotel de la Costa del Sol, recuerdo cómo llegaban todos los veranos cientos de turistas que tenían la edad de mi abuela, pero que aparentaban otra cosa, lejos de la vida monótona y gris, del luto impenitente, del retiro vital, pensando más en esperar a la parca que en seguir disfrutando de la vida, sin ese control de la estructura familiar y social que el Estado y la Iglesia católica imponían a la sociedad española de entonces.

Sus vestidos eran llamativos, con muchos colores y estampados, el pelo teñido, algunas fumaban, se tomaban una copa en la discoteca y bailaban al son de los discos que les ponía. Y eso me llamó mucho la atención y me dio a entender que otra forma de entender la vida, a esas edades, era posible. 

Ahora, como jubilado convencido y confeso que soy, afirmo que, efectivamente, seguir viviendo la vida con total plenitud después de los 60 no es solo posible, sino recomendable. A muchos de los de mi quinta (y más allá) no nos gusta oír hablar de sesentones, setentones, sexagenarios, etc., pues tenemos actividad y energía digna de los más jóvenes. De hecho, conozco a muchos de mi generación, e incluso, mayores, que siguen tocando en grupos de jazz, rock, blues… Dicen que los viejos roqueros nunca mueren, y es cierto que estamos más vivos que muchos adolescentes de miras estrechas y ataduras vitales.

Y no es una cuestión solo de años, sino de identidad. Nunca es tarde para cambiar, pero los expertos dicen que tener actitudes positivas y muy proactivas no se improvisa y forma parte de la personalidad de cada individuo. En cualquier caso, no está de más que, llegados a cierta edad, nos preparemos para tratar de vivir la vida de una manera más activa, con afán de experimentar y no entregarnos a un día a día repleto de monotonía, aunque pueda resultar más cómodo. Es una cuestión de actitud y voluntad y si alguien no lo tiene claro que piense que, en realidad, empezamos a envejecer cuando nacemos.

Como estamos en unos tiempos en que se ponen etiquetas a todo, hay una que lleva algún tiempo rulando y que trata de situarnos en ese grupo de edad que no temen mostrar sus arrugas y cuerpos más o menos imperfectos y que no se comportan de la forma tradicional, pues en su día no temimos tampoco ir contracorriente. Romper estereotipos es algo muy natural para nosotros y no nos planteamos, ni por asomo, quedarnos en casa o en el parque para ver pasar la vida, las personas, las palomas o los coches.

Somos los sexalescentes, término tomado de adolescentes, que viene a indicar que seguimos hacia adelante, cultivándonos, progresando y creciendo personalmente, a pesar de la edad. Así estamos imponiendo una nueva manera de concebir la vida y a no temer a la llegada de los años. 

Si hay una característica que nos define es la de que experimentamos una expansión vital hacia adelante, a pesar de los achaques de la edad. Una etapa de la vida, la sexalescencia que se puede comprender como un nuevo ciclo en el que nos sentimos estupendos, con una voluntad fuerte e intentando que las limitaciones físicas no coarten nuestros deseos ni nuestras ganas de seguir viviendo intensamente.

Llegamos a una madurez sin miedos, sin complejos, plenamente integrados a nivel comunitario, sin retirarnos y sabiendo que podemos aportar nuestra experiencia, sabiduría y serenidad y que estas tienen el valor que el poso de la vida ha ido dejando en nosotros. Estamos motivados, tenemos curiosidad e interés por lo que ocurre a nuestro alrededor y nos implicamos en todo aquello que nos gratifica, ya sean actividades culturales, lúdicas o sociales. Seguimos teniendo ilusiones y proyectos e intentamos ser positivos y vitales, sexualmente activos y no sentimos, por lo general, vergüenza al hablar de cualquier tema. Nos gusta el pop, el rock y la música moderna de raíces (el jazz, el blues, el soul…), pues crecimos escuchando a los Beatles, a los Rolling Stones, a Otis Redding o Aretha Franklin (y a los Canarios, los Sirex los Mustang, Pekenikes…). 

Somos una generación de abuelos rebeldes, con las características que descubrí en ese hotel para turistas y jubilados americanos, personas de más de 60 años con inquietudes, ganas de viajar y disfrutar de la vida, con mentes abiertas y procurando no ponerse límites.

¡Vamos, sexalescentes!