Rafael Heredia: La armonía de la elipse

Columna de José Antonio Fortes

Surgió de las cavernas del arte, allí donde hierven las sensibilidades más convulsas del epicentro de toda oscuridad, allí donde la nada es la ausencia del significado y la angustia acompaña a la inquietud por los caminos más tortuosos y quebrados de la creación; ese universo amorfo, inquietante, visceral e indefinido en que el vagan los conceptos y las ideas en busca de razonamientos y justificaciones de la existencia de, al menos, una  razón que valide y dé sentido al ser, el estar y la vida misma. Son las tinieblas del arte.

Aquí nos encontramos con Rafael Heredia, un artista genético, del que podemos decir que, desde que nació al mundo de los humanos, nunca dejó de ser el artista que lleva dentro. A lo largo de su vida ha desarrollado, siempre, actividades relacionadas con la expresión creativa, la proyección de obras, la decoración, el diseño de muebles, la pintura y la escultura. Su capacidad de ingenio le aporta una gran versatilidad modal a la hora de enfrentarse a formas heterogéneas de expresión. 
No obstante, su vida y sus inquietudes artísticas no han estado siempre orientadas a la galería, y en ese encuentro, por el mundo de las miradas ajenas, su presencia ha sido tardía; miedos y recelos albergan temores de perder aquello que forma parte de su íntimo yo, aquello que cubre las paredes de su esfuerzo, de su sudor, y que celosamente ha guardado en los arcones de su privacidad, por lo que sus primeras exposiciones han tardado casi cuarenta años en mostrarse y en ser expuestas al público general. 

Convive con sus personajes, con sus dioses y ninfas, con sus nereidas celestiales, sus seres mediterráneos y los que surgieron del primitivismo que le inspira y los que escaparon del cubismo vertebrado y poliédrico. Viajero incesante por los ‘caminos del arte’, siempre busca la oportunidad de encontrase con los grandes maestros. En esta ocasión, recién llegado de Viena, a donde acudió al encuentro, como él dice, de su maestro y gran escultor de la vanguardia moderna, Constantin Brancusi (quien fuera un determinante impulsor del expresionismo que más tarde abocó hacia tendencias abstractas y dadaístas), comenta haber vivido momentos de suma emoción en el contacto con su obra.

Si el genial autor rumano encontró su inspiración e influencia en el impresionista Rodin y  en Amedeo Modigliani, a partir de sus rostros y figuras alargadas, para Rafael Heredia la obra de Brancusi ha supuesto un punto de inflexión en su vida artística. La creación del mundo ovoidal, de este polifacético y virtuoso artista de la geometría y la redondez, ha influido de manera fundamental en orientar su tendencia evolutiva, sobre todo, de la ultima producción de Rafael Heredia. 

Rafael Heredia, es ciertamente un explorador de la pureza, un inconformista incansable que se ha marcado el reto de desafiar a su propio maestro, apoyado en la línea curva con la que traza hipérbolas y parábolas que describen el equilibrio espacial de elipses y texturas celestiales con las que acercarse a la excelencia de la naturaleza. 

El esfuerzo es un don vital del artista. Sus formas buscan el esplendor en la “estilización” del volumen, eliminando la gestualidad, derivando, a su vez, hacia un expresivo silencio del barro que ilumina el gesto del que surge la metáfora del sentimiento y la aproximación abstracta hacia la que camina su última obra.

En el tratamiento de la materia prima moldea el gres, fundamentalmente del tipo de poro abierto, con una meticulosa precisión relojera, por la que sus manos imprimen cientos de suaves raspaduras y metódicas caricias sobre una superficie yerma en la que busca encontrar esa expresión inanimada y casi imperceptible que muestran y definen a sus personajes. Casi cincuenta variaciones sobre la cabeza tipo, de Brancusi, lo que él ha llamado ‘canto rodado’  ha necesitado para conseguir la textura perfecta, con la que unas incisiones, de plomada virtuosamente mágicas, confieren el misterio de una personalidad antropomorfa y naturaleza mitológicamente mediterránea. 
La etérea simplicidad de sus formas cierra y da sentido a esta nueva etapa de Rafael Heredia, en la que nuestro artista y amigo ha escrito todo un poema de emocionantes líneas curvas y armónicos volúmenes ovoidales.