Algarrobo, su destino
Columna de José Marcelo
El programa de la conmemoración de la V Fiesta de la Quema de Algarrobo 2018, había dado su salida con un emotivo y aplaudido pregón del actor Álvaro de Luna, El Algarrobo, que con calidad humana conquistó al público asistente, y demostró conocer el pueblo y su historia. Escuchándole hablar de los garridos hombres de nuestra tierra en la época de la Guerra de la Independencia y del bandolerismo, consiguió que los mayores de edad regresáramos a la infancia recordando la serie de televisión Curro Jiménez.
La noche prosiguió con las representaciones, y transcurrió festiva con reencuentros de amigos y familiares, de visitantes que disfrutaban de la buena hospitalidad de los algarrobeños. Nada ni nadie presagiaba que tan buena convivencia fuese dañada en la madrugada por la fatalidad, que causó la cruel muerte de un vecino, que estaba trabajando como guarda nocturno. Esta tragedia me hace recordar la obra Crónica de una muerte anunciada del novelista colombiano Gabriel García Márquez, en la cual habla de la fatalidad y dice que nos hace invisibles. Espero que se equivoque el autor de la novela, que en este caso no ocurra lo mismo; que nadie se haga invisible. Que el triste suceso acaecido la madrugada del 22 de septiembre, sea motivo de rechazo, de unión de un pueblo que muestra su fraternidad ante el infortunio.
Que el próximo año se continúe conmemorando la Fiesta de La Quema de Algarrobo, y los algarrobeños se sientan orgullosos de su historia y de que les apoden Tiznaos. Que la celebración de la fiesta sea un manifiesto: decir un no rotundo a la violencia, y un sí a la convivencia y a la participación.
Algarrobo es un pueblo hospitalario y abierto, sus vecinos acogen con solidaridad a las personas emigrantes que quieren vivir en el pueblo, y les hacen partícipes de su vecindad. Es un pueblo respetuoso con la vida y la muerte. Tiene necesidad de sentirse orgulloso, de conocer su historia y de valorarla. Para alcanzar tales metas, deben poner en práctica el reconocimiento de las personas que han dejado su legado, y de las que hoy trabajan para mejorarlo.
Ser pueblo es tener una identidad y poseer una visión universal, porque desde lo concreto se pretende alcanzar aquello que es ideal, y desde lo íntimo abarcar lo social. Es sentirse familia, comunidad, ser partícipes de las alegrías y de los logros alcanzados, pero también de las penas y de las desgracias. Como dice el poeta: “La pena de uno es mucha pena, la pena de dos deja de ser pena. / Así como la alegría de uno, no es apenas alegría, / la alegría de dos es ya una gran alegría”.
El valor más grande de un pueblo es compartirlo todo, y afrontar juntos las adversidades para superarlas; éste es el único medio para combatir la fatalidad.
El futuro de un pueblo es mantenerlo vivo, porque un pueblo se construye día a día. Los pueblos rurales necesitan mantener su identidad, que valore su historia; así como facilitar los medios necesarios para su desarrollo. El destino de Algarrobo es crecer como pueblo.
El sentimiento de pertenecer a un pueblo es tan grande que. si desapareciese, muere lo más íntimo y cordial de uno: el corazón.