Con la mirada de un niño
“Busco el viejo granado de la ribera del río con la granada que se rajaba / y al membrillo amarillo que se caía de maduro. /Aquel pozanco de ‘La China’ en donde me bañaba de niño con otros niños. /Aquel río torrencial de los inviernos lluviosos que sabía a la aceituna /del viejo molino. No los he encontrado”. En estos versos, el poeta pone su mirada retrospectiva hacia su infancia buscando ese tiempo pasado, pero lamentándose de las ausencias: de ese granado y ese membrillo de la ribera que encontraba en otoño. El pozanco de ‘La China’ donde se bañaba en verano. El río torrencial de los inviernos lluviosos… Todos están ausentes porque está loco el tiempo: “En invierno. El papá oso polar se pone un bañador y toma el sol/ después de un chapuzón. / La primavera. Las abejas nadie las ha visto. / Dicen que ha llegado la primavera y se ha ido. / Nadie la ha visto./ En otoño. El nogal echando una larga siesta, se ha dormido. / Nadie le despierta. / En verano. Las hormigas se han constipado. / El médico me ha dicho: Que el tiempo ha enfermado. / Yo le pregunté al médico: ¿De qué ha enfermado el tiempo? / El médico me ha contestado: Que el tiempo de pena está loco. / De pena ha enfermado”.
Le pregunta el hijo al padre: ¿Papá, cuál es la pena del ‘tiempo’? El padre le responde que la pena del ‘tiempo’ es la ignorancia del hombre. Que la codicia que tiene el hombre le mata, porque ha querido ir tan adelantado que no se ha conformado con lo que le ofrece la naturaleza, la ha ido cambiando a su antojo y comodidad. Ahora está loco el ‘tiempo’ y está enfermando la naturaleza. Esos cambios de la naturaleza también nos afectan a nosotros y a todos los seres vivos, porque su naturaleza (la de la ‘Tierra’) es nuestra naturaleza. Le vuelve a preguntar el hijo: ¿Papá, cuál es nuestro delito? El padre, con sentimiento de culpa, cayéndosele una lágrima de los ojos, le responde que nuestro delito es que no hay futuro.
Este puede ser el inicio de la puesta en escena de una obra para hablar sobre la tragedia a la que conduce el cambio climático. Contarles a los niños la verdad, dándoles respuestas a sus preguntas: ¿Para qué han estado reunidos los gobernantes del mundo en Madrid? ¿Los gobernantes sólo se preocupan por sus intereses? ¿A ellos lo único que les importa es vivir el presente? ¿Hay futuro o no? ¿Están los gobernantes y los adultos dispuestos a abandonar esta sociedad de consumo, la cual es un vertedero de basura? Son tantas preguntas las que harían los niños a la asamblea de gobernantes. Porque nada ni nadie tiene derecho a acabar con su futuro. Continúa la representación de la obra: en escena aparece un mundo virtual, donde los robots reinan, y en el cual ha surgido un nuevo género, el androide. Las imágenes virtuales muestran cómo hubo un pasado de frondosos bosques, de torrenciales ríos y una vida llena de emociones… Se hace con el objetivo de ocultar los escombros del ‘Homo Sapiens desaparecido’. Trágico final.
Me dirás tú, lector, que estoy contando películas de ficción. Yo te contesto que tienes razón. Ahora es una película de ficción. Pero quiero que pienses también que, en esas películas de ficción, no cuentan para nada con el ser humano. Lo que hago es una paradoja, para mostrarte que la escena que se representa es tan real y verdadera como el daño que puede producir el cambio climático. ¡Esa es la gran verdad!
El asunto es cómo se le explica a un niño que los gobernantes hablan y hablan, pero no hacen nada para asegurar su futuro. ¿Estás tú dispuesto a actuar?