¿Qué educación y modelo de sociedad queremos?

El debate surgido a favor y en contra de las tareas o deberes escolares, han enfrentado a unas asociaciones de padres (CONCAPA) con otras asociaciones de padres (CEAPA), y a pedagogos contra pedagogos. Esto es síntoma de la urgente necesidad de sentarse en una mesa redonda y plantear qué educación y modelo de sociedad queremos. Porque éste es el problema de fondo. 
     El psicólogo y pedagogo ucraniano Sergey Leonidovich Rubinstein afirma que el niño se desarrolla en cuanto recibe educación e instrucción. Al asimilar el contenido de los textos, los alumnos aprenden al mismo tiempo formas de análisis y síntesis. Al enfrentarles con nuevas tareas de carácter cognoscitivo, el profesor no se limita sólo a organizar las acciones encaminadas a la ejecución de dichas tareas, sino que les proporciona las herramientas y métodos necesarios para desarrollar las potencialidades mentales de asimilación y síntesis. Por ello, la auténtica enseñanza no se limita a trasmitir al alumnado ciertos conocimientos, sino que desarrolla por medio del aprendizaje la capacidad de pensar, de razonar. F.N. Guzdev lo corrobora afirmando que para alcanzar tales objetivos la enseñanza debe alejarse del dogmatismo y el formulismo.
     En la misma línea está la pedagogía del doctor Victor García de la Hoz, que en los años 70 del siglo pasado desarrollaba la Educación personalizada, en la que se formó toda una generación del profesorado. En ella, el autor expone el concepto de “persona”, y distingue tres cualidades para definirlo: singularidad, autonomía y apertura. Por su singularidad, la persona es un ser único e individual, diferente de cualquier otro. El objetivo de la educación es que el sujeto se conozca a sí mismo, sea consciente de sus propias posibilidades y limitaciones. Atendiéndole el docente en su desarrollo personal, en su ritmo intelectual; potenciando su originalidad y creatividad. Cuando alcanza autonomía, la persona adquiere la capacidad de pensar por sí mismo, de tomar decisiones libres y responsables. Esto se consigue por medio de la reflexión crítica y de la confrontación argumentada. Para ello, el maestro posibilita el trabajo en equipo, donde los alumnos comparten sus iniciativas, participan en la construcción del conocimiento y de los valores. Por apertura, entiende el autor la disposición personal que tiene el ser humano de comunicarse, abriéndose a sí mismo y al otro. Utilizando como instrumento la conversación, la cual implica saber escuchar, reconocer al otro, expresar los pensamientos y sentimientos de forma afirmativa.
     Llegando a este punto, es el momento de preguntarnos: ¿Qué modelo de sociedad queremos? En el modelo de educación, expuesto anteriormente, se forman “personas” en el sentido amplio de su significado, con la capacidad de pensar y razonar y tomar decisiones. Valores como responsabilidad, esfuerzo, cooperación, espíritu solidario y capacidad de diálogo son los pilares de una sociedad democrática. Una sociedad en la cual se reconoce el trabajo por su esfuerzo y responsabilidad, por la actitud de cooperación. De lo contrario, si las exigencias de la sociedad van enfocadas hacia un modelo competitivo e insolidario y de falso bienestar, en la cual se quiera conseguir los logros con el menor esfuerzo y el engaño. En la que el trabajo suponga una carga, en lugar de ser una realización personal. Donde perdamos la capacidad de tomar decisiones, porque nos excusamos de responsabilidades. Si aceptamos este modelo de sociedad competitiva e insolidaria, estaremos sometidos a padecer sus exigencias: a ser números y, a dejar de ser “personas”. Nos quejaremos que el sistema no funciona bien, porque deciden otros por nosotros. Estaremos viviendo en una sociedad de seres infelices. De ustedes depende.  
     Para tener presente lo importante que es ser “persona”, me acerco otra vez más a nuestra pensadora María Zambrano, que lo define: “La persona es un individuo en su plenitud de ser, como objetivo final de la historia humana, como visibilidad descubierta que trasciende el plano teórico de las relaciones lógicas, para abrirse a la trascendencia de las relaciones éticas con otros individuos igualmente liberados”. 
     Y para reconocer la fuerza que posee la educación, es muy acertado el testimonio de Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.