El tiempo está loco
El pasado cuatro de abril, vi a mi Mar Mediterráneo con cara de enfado y una mirada loca; levantando sus fauces para mostrar su dentadura de oleaje feroz; vomitando olas que se elevaban por encima de más de seis metros; ¡Qué mal temporal!, ¡esto es una ruina!− decían los presentes −, al contemplar el destrozo de los chiringuitos y otros elementos ubicados en la playa. Imponía miedo ver cómo las olas golpeaban los espigones y volteaban las murallas, acercándose el agua del mar a las calles de las viviendas próximas. ¡Mi mar, no era la mar! No era mi mar calmada con la que dialogó todas las tardes.
Hay un dicho muy sabio con raíz popular: “lo que es de la mar, la mar se lo lleva”. Nos empeñamos con tozudez en olvidarlo; tendiendo a modificar la naturaleza a nuestro antojo. Porque nos creemos superiores, pero, en realidad, somos seres inadaptados. La ‘Madre Naturaleza’ siempre se ha manifestado cíclicamente, unas veces con actuaciones propias de su evolución natural, ejemplos: las erupciones volcánicas vividas recientemente. Pero, desde un tiempo acá, la ‘Naturaleza’, ella, padece nuestras agresiones, y ello le hace actuar con rebeldía. A ello les hemos denominado que es debido al efecto del cambio climático.
Mi preocupación está, ahora, en responder a los niños sus preguntas sobre este cambio climático. Explicarles que los estudios realizados predicen: las playas de sus ciudades costeras desaparecerán en un futuro, como la de Torre del Mar. Y que ellos lo verán.
Un niño, que estaba presenciando el temporal, me ha preguntado: ¿por qué la mar está enfadada? Que él ha escuchado decir que el tiempo está loco Yo le hablo de los motivos de su locura: “La primavera. Las abejas / nadie las ha visto. / Dicen que ha llegado / la primavera / y se ha ido. / Nadie la ha visto. [...] En verano. Las hormigas / se han constipado. / El médico me ha dicho: / Que el tiempo ha enfermado. Yo le pregunto al médico: / ¿De qué ha enfermado / el tiempo? El médico me ha contestado: / Que el tiempo /de pena está loco. / De pena ha enfermado”. Que los síntomas de su enfermedad son: olas de calor, tormentas, sequías, extinciones de bosques y de animales, desapariciones de playas... Ésta sería una manera de explicárselo. Me hace la siguiente pregunta: ¿Qué hay que hacer para curar su dolor?
Le contesto que aún no han aplicado la vacuna, para sanar su enfermedad. Que se lo están pensando mucho, pero hacen propuestas: hay que reciclar, aplicar energía solar, mareomotriz y eólica; usar el transporte público y utilizar menos el coche personal de su familia... El niño, al hablarle del coche familiar, me dice: si mi padre usa el coche para ir al trabajo, para las vacaciones... Quiere mucho su coche, porque es cómodo y le da libertad de movimiento. Y yo, ¿Cómo le explico al niño que el problema ecológico reside, precisamente, de ese apego al coche? Responderle que su futuro va depender de unas decisiones ambientales. Las cuales exigen un cambio de conciencia social y de hábitos de vivir, que aún no se dan. ¡Las respuestas están en nosotros!