Me duele lo humano

Columna de José Marcelo

Con fecha del 2 de octubre de 2020, India y Sudáfrica solicitaron a la Organización Mundial del Consumo medidas de liberación sobre las patentes de las vacunas del covid-19. A ellos se sumaron cien países. Estos días se ha abierto el debate al comunicar EEUU que apoya la suspensión temporal de las mismas. Esta decisión ha supuesto una controversia en el seno de la Comisión Europea. El lobby de las grandes farmacéuticas internacionales presiona a Europa para que  no apoye tal propuesta, proponiendo otras alternativas. El gobierno de España apoya la liberación de la patente, Carmen Calvo ha defendido, en declaración a la prensa, que la crisis sanitaria requiere una respuesta de este tipo: “O nos salvamos todos o no se salva na­die”. A fecha de hoy, según datos de la OMS, la pandemia se ha cobrado hasta la fecha 3,2 millones de vidas y ha infectado a más de 437 millones de personas. Estos datos son la cruda realidad. Esta situación humana me invita a reflexionar y te pido que lo hagas conmigo, para responder a las preguntas: qué valor se le da a la vida?; ¿en qué mundo estamos viviendo?;  ¿a qué dios o demonio adoramos?; ¿en qué nos hemos convertido?  

La lectura del ensayo de la socióloga chilena Eda Cleary sobre el concepto del poder y los valores en Weber, Freud y Kelsen me ha acercado a entender la realidad social del liberalis­mo económico. La autora se acoge a las in­­vestigaciones de los tres autores, cada cual en su parcela científica, sobre la relación del individuo con la sociedad y con el poder al que se ve sometido. Muestra tres prototipos de hom­­bres: el burocrático, el neurótico y el jurídico.

Lle­ga a la conclusión de que vivimos en un sistema que  ha creado a un sujeto civilizado y racional, pero con tendencia neurótica. Que se ve  reducido a ser un rodamiento de la maquinaria burocrática. Que se conforma a cambiar su felicidad por la seguridad. Que pierde la libertad in­dividual a cambio de supervivencia. Es­to facilita verse sometido a la dominación del sis­te­ma y del poder creado. Lo que le supone no en­contrar sentido a la vida. Este manifiesto des­contento y desconfianza le hace tener conductas insolidarias, como xenofobia, misoginia, intolerancia, levantando fronteras de prejuicios y perdiendo toda perspectiva de futuro. 

Como el poeta dice: “Cuando se adora a un demonio, éste se instala en el interior del ser humano como un dios. Hoy hemos creado un dios encadenado a un presente sin memoria ni porvenir, que habita en la caverna del ser humano. Un dios que erige su figura gigantesca de poder sobre la conciencia humana. Ensoberbecido esclaviza la voluntad y arroja el alma a los infiernos, donde moribunda clama ser salvada”. Para afrontar tal situación, sólo nos queda unirnos a esa minoría libre que va a contracorriente, y  apoyar a  organismos internacionales que trabajan por salvaguardar lo humano. Proteger los valores como la vida, la naturaleza y el valor del tiempo.    

Pero lo triste es nuestra actitud, cuando requerimos el paternalismo, pero haciendo dejación de responsabilidades; con la inacción  nos dejamos manipular. Y olvidamos que los gobernantes son fiel reflejo del espejo de la sociedad a la que gobierna. Por ello, es necesario recuperar la  libertad individual, la conciencia, la voluntad humana y actuar con responsabilidad, para exigir a los gobernantes  que no negocien con la vida humana.